La palabra “marzo” viene de marte. Y “martes” también. Y en martes cayó la pasada Asamblea de Presidentes de Falla. Y las Fallas se celebran en marzo. Además de quedar bonita tanta coincidencia, tal coyuntura me produce un escalofrío de calado profundo, hasta el mismísimo tuétano.
Somos cada día más “marcianos”. Nuestros comportamientos y reacciones, las formas de operar, de decidir y hasta de razonar según qué temas son marcianadas de grado superlativo. Para muestra, ese bombón de asamblea, que pasa a los anales de la historia, que vivimos el pasado diciembre.
La verdad es que la ocasión la pintaban calva. Era un caramelito que, o bien Luis García Berlanga o bien José Luis Cuerda, hubieran paladeado con fruición. Quizá más el último, por los tintes surrealista que tuvo la noche. ¡Qué noche, oigan! “Y dos huevos duros”, parafraseando a Felipe González parafraseando a Groucho Marx.
Los subrayados simpaticones (por tomarlo con relativo humor) ya abrieron fuego en la anterior sesión, cuando uno de los presidentes acusó a Felipe de los Ángeles, presidente de Santa María Micaela, de insultarle al aseverar que a la asamblea los presidentes acudían a pegar “la cabotá”. Como ya llevo en el pescante mis años, no me sorprende, pero por si las moscas yo dejo mi opinión al respecto. Es correcto, los presidentes pegan la cabotá una tras otra, desde que el tiempo es tiempo y las fallas son fallas. Ahora dicho esto volvamos a la noche de autos (locos).
Intentaré sacar las cosas buenas de la velada. Uno, que vamos a probar una forma de elección de jurados nueva, a ver qué pasa. Dos, que se vota algo y no se pospone; recuerdo que lo último que se pospuso fue el tema del Congreso Fallero, perdido en la noche de los tiempos desde entonces. Tres, que muchos presidentes por fin vieron lo que era la asamblea a petición de sus falleras mayores, que asistieron a la tradicional copa navideña.
Ahora ya al turrón. Vergüenza de asamblea rara, absurda, deslavazada, desnortada, sin saber a dónde va y con la picha hecha un lío. No sé qué me gusta más, si lo normal, que es que no pase nada, o ver y oír lo que pasa cuando pasa.
Y luego lo de las flores. Ay, lo de las flores. Pues no va Carlos Galiana y dice que cambiemos las canastillas de flores de las instituciones, que se ofrendan en la exaltación de las Falleras Mayores de Valencia, por ayuda solidaria a los más necesitados. ¡Qué locura! La Asamblea aplaudió como toca la contrarréplica de Lledó, negando la mayor.
Galiana, yo estoy contigo. De momento aplaudo la iniciativa del kilo solidario. 1.700 kilos de comida no perecedera recogida sería un éxito del colectivo fallero, ese que aunque muchos no lo vean es solidario por naturaleza. Me parece una idea soberbia. Y también lo de las canastillas, más que nada porque nuestros amigos de la Junta Local Fallera de Torrent, organismo autónomo municipal como nuestra Junta Central Fallera, lo hacen en sus exaltaciones; actos dotados del protocolo, pompa y boato requeridos. En tiempos de necesidad el fallero ha de estar en primera fila ofreciendo su ayuda. Por lo menos eso pienso.
Lo dicho, que no me extraña que nuestra fiesta grande se celebre en marzo. Somos marcianos y vivimos en Marte.