En esta recta final del ejercicio, donde solemos estar presentes en las presentaciones de las fallas que están a punto de plantarse y donde los artistas nos cuentan contenidos y demás detalles, venimos apreciando algo que realmente resulta muy grave. Nos estamos refiriendo a la crisis que está atravesando el colectivo de los artistas falleros, donde el cierre de talleres parece ser una amenaza real.
Nos impactó de una forma especial la presentación de proyectos de L’Antiga de Campanar donde su artista, Carlos Carsí, se dirigía a los políticos allí presentes rogándoles su intervención urgente, vaticinando que esto no daba para más de unos pocos años. Para colmo, acto seguido escuchábamos a su compañero, Mario Pérez, artista de la infantil, que no se comprometía a seguir haciendo la fallita de la comisión por un replanteamiento de la situación en su taller.
Como este ejemplo, desgraciadamente, contamos con muchos otros de talleres que cierran y artistas que dejan las fallas, como Toni Fornes, para dedicarse a hacer carrozas, decorados y tematizaciones. Y aquí nadie mueve un dedo.
Desde nuestra revista siempre hemos sido muy críticos con las actuaciones de quienes han conducido los destinos de esta maravillosa fiesta. Hemos advertido e indicado los fallos, los olvidos, las meteduras de pata, las vanaglorias de aquellos que han tratado de innovar cosas aparentemente absurdas olvidando las raíces y las difíciles situaciones de quienes componen el colectivo. Hemos visto como se saca pecho por el hecho de haber conseguido que la fiesta sea Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, algo que ha supuesto muchos años de acciones por parte de quienes pasaron por la jefatura, pero, parece ser, que los árboles no les dejaron ver el bosque.
Y ya está bien de presumir de lo que no es posible. Ya está bien de tomarse la fiesta como algo propio y sin sentido. Ya está bien de llevarnos por caminos equivocados. Ya está bien de vivir a espaldas de ella.
Están próximas las elecciones municipales y autonómicas, y los diferentes partidos políticos están enfrascados en una campaña para conseguir llegar a lo más alto. Ahora es la ocasión de que estas personas piensen en soluciones y no en tratar de inculcarnos comportamientos que sólo les satisface a ellos. No queremos imposiciones caprichosas, necesitamos soluciones para seguir haciendo grande la fiesta.
Aplíquense el cuento, los que están ahora y los posibles, porque los falleros no van a permitir más intromisiones, más charcos ni más ideas fantasiosas que no sean ocuparse y resolver los problemas que nos acucian.