Cuando echamos un vistazo a lo plantado en las diversas demarcaciones, nos encontramos con verdaderas obras de arte que vienen a demostrar el oficio y el esfuerzo de nuestros artistas falleros.
En nuestra anterior editorial hablábamos de la situación caótica en la que se encuentran algunos de los artistas que componen el colectivo, la triste situación por la que alguno de ellos, o ha de cerrar el taller, o no se atreve a pronosticar el futuro inmediato de su taller.
Y es que con esas obras de arte que presentan, el oficio de sus creadores y el esfuerzo que suelen realizar, nos encontramos con una situación un tanto incomprensible. Cuando vemos los presupuestos con los que trabajan y echamos un vistazo a lo que después se planta en la plaza, no nos cabe la menor duda del motivo de esa situación de agobio a la que se están enfrentado alguno de ellos.
Si analizamos uno a uno los resultados de esas determinadas fallas, nos vamos a encontrar con un esfuerzo desmesurado por parte del artista y una situación de beneplácito para las comisiones que se ven favorecidas con ese proceder. El artesano arriesgar su futuro y la comisión se ahorra unos miles de euros que después utiliza para otros menesteres más lúdicos. Y así no hay futuro.
Podríamos poner ejemplos sangrantes, pero no lo vamos a hacer, tan solo pedir prudencia a esas comisiones que con sus ‘benevolencias’ están provocando esa situación de penuria que tiene el artista y que de seguir así vamos a agudizarla en los próximos años. Porque estamos hablando de volúmenes impresionantes, realizaciones extraordinarias, pinturas espectaculares y acabados perfectos. Con los presupuestos actuales difícilmente se puede llegar a pretender lo que muchos piden o lo que otros dan.
Por otro lado, y con un poco de análisis, podemos comprobar lo contrario. Fallas con presupuestos similares que, por su contenido y continente, en comparación con otras, no llegan a esos volúmenes. Y es que, quizás, esos artistas y comisiones tengan las cosas más claras.