Debido al cierre de edición de este número correspondiente al mes de junio, nos es imposible comentar los resultados de las elecciones municipales del domingo 26 de mayo. Lo que sí se puede hacer es elucubrar sobre lo que hemos apreciado en estas últimas semanas, siempre, por supuesto, en lo que concierne a temas relacionados con nuestras Fallas y fiestas valencianas.
Muchos han sido los debates al respecto que se han ido produciendo, tanto en medios de comunicación como en sedes de entidades falleras, donde se han podido apreciar las ideas y preparación de los candidatos a la concejalía de Cultural Festiva. Y hemos echado de menos proposiciones sensatas y urgentes sobre las necesidades del colectivo fallero, aunque es cierto que el rodaje es muy importante, así como la labor de los asesores.
Lo que está claro es que a los recién llegados se les ve con muchas ganas, pero también con la no demasiada experiencia que aludimos para el reto que se les presenta. Aunque, como ejemplo válido, y echando la vista atrás, también nos encontramos con que otros concejales a la hora de tomar las riendas no gozaban de esa referida experiencia, pero que después han demostrado, con sus pequeñas diferencias y enfrentamientos, su eficacia aportando sentido y estabilidad.
Lo que no es de recibo es la imposición, y esto es algo que se debe tener muy en cuenta si se desea el consenso, la estabilidad y el futuro. Hay que evitar por todos los medios esos empecinamientos que marcan, como se ha hecho en la pasada legislatura.
Al colectivo fallero no le hacen falta ‘salvadores de la patria’, porque su currículum es grande, generoso y sabio; por lo tanto, no necesita grandes cambios ni grandes ideas para su futuro. Lo que necesitan las Fallas es alguien que esté vinculado, que tenga una preparación adecuada y que escuche a quienes la han llevado hasta donde está hoy día.
Nuestro humilde consejo a quien esté al mando es que se olviden de amistades y allegados y se centren en conseguir un equipo válido, con una preparación adecuada y una vinculación serena y clara que no busque enfrentamientos y si la cordialidad y la prosperidad.
Otra de las cosas a evitar en lo posible sería la politización más allá de lo imprescindible, y menos fomentar y hacer suyas ideas revolucionarias de quienes viven al margen de la fiesta. El consenso, que no debe de ser fácil, ha de ser la meta principal a conseguir, y esto, como ya he expresado, sólo se logra mediante el diálogo y la colaboración. La tarea no es fácil, pero siguiendo las pautas lógicas tampoco sería tan difícil de conseguir.