La situación en que se encuentra Junta Central Fallera, a un año de las elecciones, es de continuidad y trámite. Lógico que no hubiera cambios importantes tanto en la directiva como en las delegaciones. Alguno se ha producido, como la incorporación de María Torras a las vicepresidencias, pero poco más.
Lo que sí vamos a tener, seguramente a partir de ya, va a ser una presencia mucho más visible en lo que concierne a políticos de las distintas tendencias, que, sin tener una idea muy clara de los entresijos del colectivo, nos van a sugerir ideas para dar y vender, recetas perfectas o panaceas que se sacarán de la manga con motivo de las próximas elecciones municipales.
Hay pocos que se salvan de la excepción. Hay pocos que hayan demostrado interés claro y con lógica a lo largo de la legislatura, lo mismo que ha venido ocurriendo en otras ocasiones anteriores. Y es que los políticos parece que tienen otras prioridades y tan sólo hacen acto de presencia en comidas, cenas y eventos con el fin de conseguir la foto de rigor. Por supuesto que hay y han habido excepciones, las cuales el colectivo fallero ha notado y ha agradecido.
Una fiesta patrimonial como la nuestra necesita muchos apoyos, entre ellos el de los políticos, pero eso sí, con experiencia y con capacidad para hacer frente a tantos impedimentos y a tanto ‘meninfotisme’. Para regir la fiesta ya está -o debería estar- su Asamblea soberana.
Y es que, como he repetido en varias ocasiones, este colectivo viene aportando dividendos muy importantes que sirven para inversiones en la ciudad, lo que una gran mayoría ni ve ni quiere ver, y ahí estaría el papel de los políticos de turno para valorar con claridad esos beneficios aportados y dar respuesta con muchos más apoyos y facilidades para que la fiesta siga adelante.
Hablando de formas de hacer fiesta, y sabiendo que el Congreso Fallero va calentando motores, seguro que volveremos a oir hablar del debate sobre la gestión ‘dentro o fuera’ del Ayuntamiento. Muy cerca tenemos el ejemplo de Alicante, donde la fiesta se organiza desde una entidad elegida por los festeros, con directiva propia y con el apoyo de su Ayuntamiento. En las Fallas tenemos un presidente que es concejal, lo que lo supedita a directrices políticas que pueden no convencer demasiado a pesar de lo soberano de la Asamblea. Resulta indispensable el apoyo incondicional del Ayuntamiento para el desarrollo de la fiesta, para eso están y para gestionar ese dinero que llega a las arcas públicas de las Fallas; un dinero que, como hemos señalado en otras ocasiones, no se ve compensado con las cantidades que nos ofrecen. Lo mismo ocurre con otros entes oficiales, donde las aportaciones son mínimas en comparación con otros ámbitos.
Hemos empezado un ejercicio que resultará difícil sacar adelante por lo que todos hemos vivido y seguimos soportando. La ayuda en este momento es primordial, y ahí es donde se debe incidir. Aquí hay materia para que esos políticos echen el resto y vivan de cerca los problemas de las comisiones. Ahí les esperamos y ahí deben estar, haciéndose querer con su implicación. Olvídense de sugerencias y consejos, y vivan la realidad del momento.