Parecía que nunca llegaría, pero ya está aquí. Por fin llegó 2019. Feliz año a todos los falleros y seres humanos de bien, más allá de su sexo.
Acabamos el año falleramente hablando como se inició, con un nuevo enfrentamiento entre el bien y el mal, entre el camino de baldosas amarillas y el vacío más absoluto, como el de la propia Asamblea. De hecho, el presidente y su junta directiva han conseguido un desapego tal, que ya apenas 100 fallas acudieron a la que antes era una de las citas más concurridas del año, copita aparte. Y todo ello, porque el colectivo fallero está harto, no se deja liberar del yugo opresor, iluminar, ungir por la luz de la buena nueva del nuevo mesías.
Los falleros, a pesar de ser principalmente de centro izquierda según la famosa encuesta municipal, siguen en su locura conservadora, arcaica y miserable, pensando que a las personas hay que valorarlas por sus conocimientos, no por su sexo. Siguen prefiriendo que las mujeres vistan como quieran, se maquillen o depilen si así lo desean, o no, sin necesidad de talleres a puerta cerrada de empoderamiento al dictado.
Así lo evidenciaron en la última asamblea del año, donde el que dice ser presidente de JCF y su directiva pusieron nuevamente al colectivo fallero a los pies de los caballos. Volvieron a situarlos en el epicentro del machismo por no querer comulgar con el icono del ‘machirulo’ mayor del reino.
En un extraño caso de democracia al servicio del pensamiento único, el suyo, al concejal y su directiva les gusta volver a llevar temas a votación mientras no se los aprueben. Con esta reiteración de llamada al voto, y a sabiendas de que no se ganaría, ¡12 votos! todo parece indicar que el concejal, con la complicidad de su directiva, lograría vencer en su verdadero propósito, el de humillar al colectivo, el del titular fácil para sus votantes que no estaban precisamente tras las puertas del ágora fallera. De eso parece que se trata todo, de ganar puntos ante sus correligionarios, de campaña barata en prensa y redes sociales.
Nadie puede olvidar que el concejal domina las redes, pasando posiblemente más tiempo en el ciberespacio que en el mundo real. Si echamos la vista atrás podremos recordar el cariño que recibía cada vez que suspiraba, bostezaba, o se rascaba el lóbulo de la oreja. Esa situación cambió, y ahora le toca nuevamente los huevos al capitalismo, como así nos mostró en su visita a la gran manzana, pero con dulzura, comprando aquel cariño a base engrosar la fortuna del sr. Zuckerberg. Que feo suena eso de comprar cariño, tanto o más que comprar sexo, pero para este ejercicio de prostitución cibernética no hay campañas de concienciación, ni solidaridad con las víctimas de la explotación binaria.
Y todo por un dudoso problema de números y porcentajes; curiosamente un campo, el de los números, que viendo los que de JCF nos permite la falta de transparencia, no parece ser su fuerte, y mucho menos los porcentajes paritarios, su elección de personal de confianza o vocales de libre designación, así lo evidencian. Por tanto, sólo queda pensar, ojalá me equivocara, en la búsqueda del rédito político, en la explotación de la figura de la mujer para el beneficio propio. En la bandera de la demagogia morada como arma de campaña. Para eso les sirven las Fallas a los políticos. Pero el tiempo corre, en apenas unos meses, tras algún paseo por la Ciudad de la Justicia, tenemos cita con las urnas.
Tictac, tictac, tictac…