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Julio ok

Alguno pensará que la afirmación que titula esta columna proviene de alguno de esos exaltados falleros, tildados en ocasiones de izquierdosos o extremistas, que piden desde hace años la emancipación del Organismo Autónomo Municipal, Junta Central Fallera, del cobijo paternal del consistorio.

Pues bien, al margen de que algunos siguen negando por ignorancia o interés, que la emancipación política no es posible, que no lo es sin dilapidar la citada OAM, o que en Alicante están locos por volver a los brazos de papá Ayuntamiento, la frase es propia del concejal de Fiestas del Ayuntamiento de Alicante, el popular, Manuel Jiménez.

El nada sospechoso de izquierdista o separatista concejal la razonaría en la clausura del congreso ‘Fogueres de Sant Joan: presente y futuro de la Fiesta’, celebrado en la mañana del 17 de septiembre, entre las 10.00 y las 13.30 horas. Si, han leído bien, un Congreso de tres horitas y media.

Jiménez aseveraría ante los más de 250 foguerers y barraquers que el Equipo de Gobierno que encabeza el Partido Popular con Luis Barcala al frente “sigue creyendo en el actual modo de organizar las Hogueras”. Por si alguien lo desconoce, independientes políticamente del consistorio alicantino.

De hecho, y para que nadie crea que la frase está sacada de contexto, así consta en la nota de prensa del consistorio alicantino: Manuel Jiménez ha abogado por una Fiesta sin matices políticos “porque, al igual que las faldas de las belleas, (la fiesta) es multicolor. No debe caer en manos de los ayuntamientos. De ahí la apuesta del Equipo de Gobierno por el modelo alicantino. Que sean los propios foguerers y barraquers quienes dirijan, gestionen y organicen su Fiesta”.

Ahí queda eso, y aquí, más de dos décadas después del último y eterno congreso, quienes entonces aprobaron un texto “que evitaba encorsetamientos” retornan a sus ya butacones para emular quizás a la inmortal ‘mami’ apretando el corsé de Scarlett O’Hara allá por 1939.

Un congreso, el alicantino, que ha evidenciado que la problemática festiva es prácticamente la misma en Alicante que en Valencia. Problemas burocráticos con la administración, falta de financiación, de incentivos fiscales, necesidad imperiosa de unir fuerzas o sumar efectivos con la fusión de hogueras y barracas, o apostando por no fomentar una descontrolada diversificación de la oferta. ¿Es ético vivir en plenitud una fiesta sin poner ni uno en su organización?

Allí los ingresos se dispersan entre racós populares o alquiler de mesas, o lo que aquí podría ser parejo, macroverbenas populares donde no hace falta pagar una cuota para vivir la fiesta. En Alicante, como en Valencia, se saben parte un motor económico que beneficia al conjunto de la ciudad, siendo escasamente correspondidos.

También se habló de la posición de la mujer en la fiesta, y esto desde un colectivo fogueril presidido por una mujer que presentó su candidatura al voto de foguerers y barraquers, o donde sus seis Damas y de forma independiente, son capaces de representar a la Bellea del Fòc en cualquier presentación de distrito.

La realidad es que en una mañana se abordaron diversos e interesantes temas, de los que se tomaron notas para que diferentes mesas de trabajo los estudien y lleven sus propuestas a la Asamblea, donde aprobar o no entre todos, los posibles cambios en la fiesta. Algo imposible de hacer en el Cap i Casal, sencillamente porque su politizada ‘constitución’ impide por la segunda de las Disposiciones Adicionales que nada se modifique sin convocar otro Congreso Fallero. Una política, la de Valencia, que contrariamente a lo que sucede en Alicante, tampoco socializa sus mal llamadas subvenciones a la falla.

Pero tranquilos, aquí somos tan fenómenos que nos hizo mucha risa lo de un congreso de tres horas, y todavía pensamos que lo que no hicimos en 21 años lo solventaremos con un nuevo o viejo sanedrín, y en dos fines de semana.

Eso sí, como buen congreso fallero o fogueril que se precie, quedó para la posteridad la siempre socorrida frase que un político, de cualquier tendencia, puede utilizar a sabiendas de conocer quién tiene realmente la última palabra: “Las Fallas serán lo que quieran los falleros y las Hogueras, lo que quieran los foguerers”. ¡Viva Honduras!

Manolo okVaya por delante un hecho irrefutable: ya nada es lo mismo. No cabe debate ni hay dudas razonables a este respecto. Hacer la fiesta antaño era (siempre entre comillas) más sencillo que hoy día. No sólo me refiero a la economía, que también. Porque las Fallas están en un riesgo de quiebra técnica complicado de analizar.

Los precios suben para todos, pero si hablamos de las Fallas nos tenemos que preocupar en los efectos de la inflación y el desabastecimiento dentro de lo más importante que tenemos: la falla. El dinero es igual o menor que ayer, pero el coste material es tres o cuatro veces mayor, por ser cauto en la comparación (diría que es incluso más). ¿Eso qué va a provocar? Lo veremos en marzo, pero es irremediable la repercusión que el alza de precios tendrá en la obra final en la calle. Es de cajón, los artistas falleros, como cualquier otro profesional, ha de vivir de su trabajo y no vivir por ‘amor al arte’, que muchas veces es lo que parece que le exija el fallero.

La vida está cara, todo sube y cualquier actividad festiva supone un desembolso económico considerable, pero si encima el viento no sopla mínimamente a tu favor, apaga y vámonos. Me refiero al entramado burocrático. Pedir subvenciones, permisos y licencias, o aportar justificaciones y hablar o hacerse entender con las diferentes delegaciones del Ayuntamiento son sólo la punta del iceberg. El pedrusco de hielo que queda lo representa la práctica imposibilidad de hacer lo mismo que se hacía hace treinta años en la calle por los cambios de normativa y legislaciones.

Lo dejó perfectamente expresado Guillermo Serrano, presidente de la Interagrupación, en el discurso que pronunció como cierre a los Premios Pepe Monforte. La burocracia es el fango que lastra el caminar del colectivo fallero, y provoca no pocas situaciones que exasperan a los sacrificados directivos de las entidades festivas. También enunció otro concepto: no somos el hermano pequeño de nadie, y eso hemos de llevarlo a rajatabla. Porque lo esencial para hacer esta fiesta Patrimonio Cultural de la Humanidad se nos debería facilitar sin mucho negocio. Somos las Fallas, y Valencia nos ha de cuidar si quiere que sus calles sigan llenándose de alegría y fiesta en marzo.

Ahora dejaré una nota a pie de página. Cortar la calle para un acto antes era lo que era; ahora directamente ni es. La música incluye limitadores registradores, los horarios son los que hay, los plazos los que nos dan. La ley cambia, la ciudad cambia, todo cambia, pero nosotros, los falleros no cambiamos ni un ápice en nuestras ideas de cómo hacer la fiesta. Y ya va llegando también ese momento. Debemos tener la visión de la foto en perspectiva y replantearnos muchas cosas que hacemos y muchas que no, ya que hay que conciliar sí o sí la fiesta con la ciudad. Eso también hay que subrayarlo.

En la mítica revista El Coet, dirigida por ese genio de las Fallas nunca suficientemente ponderado que fue José Soriano Izquierdo, encontramos, en su pórtico de 1956, una serie de ideas que se podían, perfectamente, extrapolar a nuestro hoy. Habla de un unflament a nivel fallero que suponía terreno pantanoso para lo que venía siendo, tradicionalmente, la fiesta. Y se aportaban soluciones pensando en la supervivencia festiva:

“Creemos que hay demasiados gastos, demasiados intereses, incluso demasiadas fallas. Quizás sería el mejor modo de protegerlas conseguir limitarlas. Menos y con presupuesto más desahogado, con ejecución más a tono con lo popular, con festejos de barrio más animados, pero siempre al servicio de lo fallero. Porque hasta tenemos bailes, fiestas ‘guateques’ y tal, sin falla que los justifique o los excuse. Evitar la aristocratización y la hipertrofia, coordinar los lugares de la plantà, revivir el adorno de calles a nuestro estilo, fomentar el Llibret, que está decayendo...”.

¿Pues saben qué? Que mucho de ello lo suscribo, porque en mi mente desde hace tiempo ya está instalado un concepto salvador muy claro: back to basics, volver a la receta original por el bien de la fiesta en esencia. Sería una vía clarificadora para muchos de los problemas que el actual estado de las cosas provoca a las Fallas.

Volver a la esencia. ¿Pero quién quiere la esencia cuando se consume barato tanto sucedáneo? Ahí está el problema.

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