La artesanía en la confección de posticería sienta las bases de uno de los elementos que define a la fallera: su peinado. Por ello, desde Realce Alta Posticería se pone en valor la calidad, la atención y el mimo en cada detalle.
El cabello natural con el que se confecciona la malla tiene 50 cm de largo aproximadamente. Se cose y se le da tres pasadas para que quede fijo en la bastilla, con el objeto de, posteriormente, montarlo en cordones de algodón y generar lo que se conoce como malla. Antes de este paso, el cabello cosido se carda para quitar excesos de pelo. Una vez hechas las mallas, ya sean de 75 cm, metro o de 1.20 cm se le da un uso u otro: para moño, para trenza o para los rodetes.
Como curiosidad, podemos apuntar que de dos kilos de cabello vienen a salir más de un centenar de mallas. Haciendo el cálculo, por cada kilo se generan 35 metros de cabello cosido. La media de producción de Realce se cifra en 45.000 mallas al año.
Tonalidades de cabello de amplia gama, incluso cana natural, se incluyen en las posibilidades de un abanico que estandariza, también en tamaños, y se acopla a las necesidades de las clientas.
El círculo se cierra con un packaging de entrega especial y personalizado, en el que se incluye una nota manuscrita de la persona que ha hecho la malla, el moño o los rodetes, certificando que están hechos a mano y por quién. Y es que todos los integrantes de Realce tienen sus tarjetas con un simpático avatar creado a modo de firma, que subraya la labor artesana del inicio hasta el destino final a manos de la clientela.
La cuidada labor artesana de Realce que se pone en juego para la creación de posticería es, innegablemente, un arte donde la experiencia, la calidad de las materias primas y la delicadeza en la creación de las piezas juegan un papel preponderante.