El cantautor catalán irrumpió en escena, pasadas las diez de la noche y, como un relámpago, cruzó el entarimado. "¿Dónde está? ¿Qué le ha pasado?", se preguntaba el público. Al instante, Serrat reapareció: "Se me había roto una cuerda de la guitarra. Y no es lo mismo tocar con cinco que con seis cuerdas". Desde ese momento, en el que el cantante compartió con su público hasta este problema técnico, su recital estuvo repleto de anécdotas personales, de reflexiones en voz alta, de comentarios socarrones, aplaudidos con complicidad por todos los presentes.
Acompañado al piano por Ricard Miralles, Joan Manuel Serrat musicó su poesía de siempre y de ahora. "El teu àngel de la guarda" o "Si hagués nascut dona", de su último disco "Mô"; y clásicos de su amplia discografía como "Hoy puede ser un gran día", "Penélope", "Mediterráneo" o la siempre esperada "Paraules de amor".
Nadie quería marcharse anoche de su concierto. Por eso hasta cinco minutos aguantó su público en pie para reclamarle más canciones, más música. "Totes les coses que comencen s'han d'acabar", señaló con gracia el cantante. Pero los aplausos continuaron y hasta tres veces regresó al escenario para regalar viejas melodías a su público. Cuando dijo adiós, todos querían más.