Lo bien cierto es que nos estamos apartando de la realidad de la fiesta, nos interesa más lo lúdico que lo tradicional. Nos dejan de preocupar los actos relevantes y nos centramos más en la fiesta. La “despertà” ya ni se recuerda, los pasacalles menos y todo porque las verbenas se eternizan y los cuerpos no están para jotas a la mañana siguiente. Las carpas crecen mientras que los monumentos menguan y los actos puramente festeros se anteponen a la preocupación por lo tradicional.
Por suerte, esto no es general, siguen existiendo comisiones que se centran en seguir la tradición y se esfuerzan en la participación en todo tipo de concursos que se programan desde la JCF, pero si echamos cuentas de la realidad, de casi cuatrocientas comisiones, tan sólo un pequeño porcentaje sigue estas pautas.
Los falleros en general buscan la diversión y sólo se preocupan por guardar su parcela sin que le preocupe lo más mínimo el resto. Y eso no es bueno y nos lleva a donde nos encontramos. Tiempo sería ya de que se empezara a obligar a unos porcentajes determinados del presupuesto general para destinar al monumento, tanto mayor como infantil. De esta forma a buen seguro que no nos encontraríamos con fallas grandes a las que se destina 1.000 o 1.500 euros, mientras que para la carpa, por ejemplo, se duplica o triplica esa cantidad. Y eso va también por otras comisiones que militan en secciones más altas, que utilizan el mismo rasero a la hora de acoplar sus presupuestos.
Hace pocos días tuvimos la oportunidad de entrevistar en un programa de radio al presidente de la Interagrupación y le recriminábamos la lentitud de la puesta en marcha de esas líneas de su programa, a lo que nos contestaba explicándonos las trabas con que se encuentra a la hora de contar con la colaboración de los presidentes de agrupaciones, con los que es difícil contar por compromisos por favores recibidos en beneficio de su agrupación. Un ejemplo claro, la llamada de atención del “Presi” en una reunión reciente con una agrupación a su presidente, a quien le lanzó el mensaje de que “tú eres el que menos derecho tienes a quejarte”.
Y es que cada uno va a salvar su situación y la de su agrupación, porque una gran parte de ellas se encuentran con las manos atadas por los “compromisos” adquiridos por favores recibidos desde las altas esferas.
Esto en parte no es recriminable, porque, entre otras cosas, la función de un presidente de agrupación es resolver los problemas de sus presidentes, pero lo que es lamentable es que debido a esto no se pueda avanzar. Y no se puede avanzar por el silencio al que están “sometidos” muchos de ellos y por el miedo a no salir en la foto.