Y es que esto de los monumentos y su plantà no tiene parangón. Siempre he dicho que para mí los días previos al 15 de marzo, fecha incluida, son los mejores momentos de toda la fiesta. Ver cómo llegan las piezas a la plaza correspondiente, cómo se colocan estratégicamente, cómo se inicia el montaje, cómo sufren o disfrutan los artistas ensamblando todas ello… Eso es el súmmum de las Fallas.
Nadie que no conozca este ritual nunca podrá entender ni saborear el “leit motiv” de la fiesta de las Fallas. La inquietud por la meteorología, por acabar a tiempo, porque ningún detalle se escape, por saber noticias de la competencia, por satisfacer a su comisión… Todo ello es realmente impresionante para el aficionado o friki que se precie.
Los que en esas fechas, y noche tras noche, recorremos las diferentes demarcaciones, somos conscientes de la verdad que se vive en cada una de ellas. Los volúmenes de hoy día en las secciones de oro y plata son realmente impresionantes y necesitan de tiempo para completar su forma definitiva. Muchos hándicaps son los que intervienen en esta etapa del monumento y todos ellos necesitan una solución perfecta para que el acabado final dé el resultado previsto.
Los artistas mantienen una concentración y tensión constante, y a pesar de ello atienden a quienes saben son sus seguidores perpetuos. Y luego están los medios de comunicación que pretendemos conocer de cerca sus pensamientos e inquietudes. Y ellos los expresan con todo tipo de detalles. Un verdadero agradecimiento.
Pero estamos hablando de los días de plantà, no del esfuerzo y la tensión que estos artistas mantienen durante todo el año para que en estas fechas esté todo acabado. Ya sabemos que es un trabajo como cualquier otro, sí, pero con la particularidad de que ellos hacen arte y eso es otra cuestión.
Este año hemos podido contemplar de nuevo grandes obras y todo ello gracias al esfuerzo de las comisiones por su constancia, pero también gracias al esfuerzo de una buena parte de esos artistas falleros. Todos sabemos que los presupuestos han bajado considerablemente, pero también que las obras siguen siendo grandes y magníficas. Y esto sólo tiene una explicación, que no es otra que los artistas, fundamentalmente los de las primeras categorías, no quieren bajar la guardia por su propio prestigio y por asegurar la plaza. Es muy importante la satisfacción personal, pero también lo es la de quien le contrata, y la continuidad.
Son cerca de 400 fallas grandes y otras tantas infantiles las que se plantan en la ciudad, al margen de las que se plantan en el resto de la Comunidad, que son algunas más que en el cap i casal. Aun así el trabajo escasea para determinados artistas, lo que nos lleva a la situación de gran competencia y a que los artistas deban apretar el lápiz a la hora de presentar presupuestos. Las “factorías” funcionan puesto que al tener una infraestructura grande se puede soportar la construcción de varios proyectos, y por el contrario, los pequeños talleres se las ven y se las desean para salir adelante.
Esto es un problema grande que debería ser el principal motivo para que el Gremio de Artistas Falleros pensara en posibles soluciones y no en tratar de comercializar cosas que, aunque fueran viables, no dejan de coartar la expansión del trabajo y la potenciación publicitaria que necesitan esos menos privilegiados.
Vaya desde estas líneas mi respeto y admiración por el trabajo de todos esos artistas que nos emocionan con sus obras.