Así de clarito se lo dejaron al Sr. Fuset los presidentes en la Asamblea celebrada en la noche del martes 22 de noviembre. Todo el mundo tenemos derecho a equivocarnos, pero la reiteración tiene otra lectura muy diferente.
Las constantes meteduras de pata han llevado a la directiva de la Junta Central Fallera a enfrentase con el colectivo en temas que, nos ha dado la impresión, han sido cabezonerías que, sin ser demasiado graves, han llegado a soliviantar al personal.
En la Asamblea del día 22 parece ser que la cordura empezó a llegar, aunque para ello haya sido necesaria una reprobación de los presidentes que, por una vez, han sacado adelante una propuesta a pesar de los intentos para que se retirara.
Mucho ruido se ha hecho y demasiado perjuicio para el colectivo ha significado esa actitud e imposición. Los versos ya hicieron mella y significaron el primer enfrentamiento claro, pero lo que ha hecho saltar las alarmas ha sido el innecesario documento que convirtieron de lo que era un borrador sin sello ni firma a una imposición que, cuanto menos, presuntamente, afectaba la libertad personal.
Mucha tinta se ha vertido en estos últimos días confundiendo, como siempre, lo que era un tema interno del colectivo en una pachanga que ha motivado reacciones desorbitadas en los medios nacionales, que, también, como siempre, han confundido la velocidad con el tocino.
La culpa no ha sido de estos medios a los que me refiero; la culpa la tiene el haber convertido en complicado algo tan sumamente sencillo como era exponer para su aprobación o no en Pleno y Asamblea unas normas a las que se les agregaron puntos conflictivos, que en su conjunto eran totalmente inapropiados.
Desde nuestras autoridades autonómicas y municipales han llegado reproches por la equivocación, aunque, también hay que decir, en un tono confuso por parte de alguna de ellas. El ruido ha sido mayor que las nueces, pero las consecuencias han de ser drásticas. No sirve sólo ese arrepentimiento, sincero o impuesto; las medidas han de tomarse, y así lo esperamos en un futuro muy próximo.
El posicionamiento del Sr. Fuset, con el arrepentimiento y la promesa de que no vuelva a suceder, es una buena medida que aplaudimos, pero sin bajar la guardia. No porque no creamos al presidente, sino porque todas las anomalías pasadas han de llevarnos a no bajar la guardia mientras no se vea la realidad prometida.
No queremos decir con ello que no nos fiamos del Sr. Fuset, porque lo consideramos una buena persona, activa y con mucha fuerza para dirigir el colectivo. Nos referimos a lo dicho al inicio de esta editorial. Nuestro presidente es una persona sumamente política y, por ello, puede haber reacciones que han de ser observadas constantemente. Nos ha gustado su ‘mea culpa’, se lo agradecemos de verdad, pero ahora toca cumplir, tomar medidas y hacer lo que se le pidió en la Asamblea de Presidentes: la directiva actual no debe de ser la misma que se presente en la próxima Asamblea.