Hemos llegado a 2020 habiendo vivido un año con cierta incertidumbre, todo ello debido a los contratiempos que llegan de un lado u otro y que hacen que el colectivo deba estar siempre en alerta máxima para no caer en una situación irreversible.
Por parte de la directiva, hemos vivido cambios importantes en los que han tenido que dejar su puesto falleros de valía, como el secretario general, y por otro lado se han incorporado personas vinculadas a la fiesta y otras menos puestas. Lo cierto es que ha existido un cambio un tanto sensible que el colectivo ha asumido por exigencias del guion, como viene haciendo en los últimos años.
La política que se aplica viene siendo la misma, aunque no se vea con tanta claridad como en ejercicios anteriores donde, presuntamente, se han seguido pautas a la carta y los quiebros no se han tolerado demasiado.
El contratiempo vivido por el concejal y presidente de Junta no ha caído en saco roto y a pesar de lo que a nivel personal conlleva, entendemos que los ánimos no están muy por encima de lo habitual. Un problema como ese, en el que, por las responsabilidades que conlleva el cargo, te sitúan en el filo de la navaja, lo cierto es que no es muy de desearle a nadie.
Por otro lado, la situación denunciada por parte de los artistas falleros tampoco es para alegrar mucho el contexto. Nadie está libre de este tipo de cosas, máxime cuando no se ponen los medios para paliar ese déficit que arrastran los talleres de años atrás y que ha derivado en el cierre de muchos. Un tema complicado el que afecta a estos artesanos y que es necesario paliar de la forma mas favorable para ellos, pero eso sí, sin que ello perjudique a quienes son sus valedores ni coarten su libertad y por ende la de los mismos talleres. Surgió la idea de los 14 metros y con ella se empezaron a abrir ojos y a conocer la verdadera situación. Si sólo se trata de una idea como punto de partida, estaríamos de acuerdo total; otra cosa es que se pretenda imponer a aquellos que tanto esfuerzo realizan para sacar sus presupuestos a flote, y que encima deban estar sujetos a esas imposiciones.
Por último, llega la situación de la indumentarista oficial, que por escasos céntimos gana el concurso y después no le es posible cumplir el contrato, lo que supone un problema enorme y un entredicho para la gestión de la fiesta.
Esperemos que todos los socavones se queden atrás en el camino y que el firme se mantenga como debe en la distancia que todavía nos queda hasta llegar al mes de marzo. Que la ruta sea plácida, porque el fallero, que es quien sufre al final todos los problemas, no se merece tanto bache.
Para concluir, simplemente me queda desearle a todo el colectivo fallero unas felices fiestas y que el año 2020 llegue cargado de soluciones y mucha felicidad.