Después de tantas vicisitudes, no nos queda otra que la celebración. No nos queda otra que dar gracias por haber conseguido finalizar un ejercicio completo, por permitirnos superar esa lluvia y ese viento que nos llegaba en el peor momento de la plantà de las Fallas 2022.
Carreras por los sustos que nos iban llegando, pero que nos permitían, con mucho esfuerzo, acabar el trabajo que ha resultado tras estos meses de empuje en los distintos talleres.
Los plásticos nos ayudaron a finalizar los montajes. La ilusión y las ganas de ver exhibido el trabajo socorrió a los artistas falleros a superar impedimentos por las inclemencias de esos días tan difíciles. Algunos tuvieron menos suerte y vieron, en víspera del examen final, como esa lluvia y ese viento mermaban sus posibilidades.
Llegaba el día de la verdad, y el jurado hizo su trabajo más o menos acertado, pero lo hizo, y de ahí surgieron los consabidos enfados y alegrías que duraron lo que duraron, porque el fallero es indestructible al desaliento.
Todo terminó. Y ya estamos en mayo, un mes propicio para renovar los sueños. Borrón y cuenta nueva, es lo que toca y lo que la gran mayoría hace.
El ejercicio 2023 va a ser otra historia. Vamos a tener que atarnos los machos y pensar en soluciones, en elucubrar para que la llama no se apague, para seguir adelante, para seguir haciendo historia.
Nadie cuenta con una varita mágica que nos dé soluciones, pero también es cierto que ni la hemos necesitado ni la vamos a necesitar. Si hay que bajar el ritmo creciente de los últimos años antes de la pandemia, pues se baja, pero lo mínimo imprescindible.
Cierto es que la economía no apunta buenas maneras, la crisis se ve acrecentada por una invasión que tanto mal está infringiendo y que tanto sufrimiento está causando. No hay más remedio que hacer frente tratando de minimizar las consecuencias; tratando de salir adelante y sobrevivir en esta otra pandemia generada por la ambición y el envilecido poder de unos pocos contra unos muchos.
En lo que a la fiesta se refiere, es hora de estudiar con detalle para no equivocarnos. Es hora de no pensar con grandiosidad. Es hora de acuerdos y valoraciones con mucha sensatez. 2023 ha de ser un ejercicio de transición, pero no de deterioro. Hay que arrimar el hombro, hay que pensarlo dos veces, pero hay que tirar hacia delante.
No podemos dejar de pensar en ese gremio que carga con todas las ‘culpas’, que siente en su seno la mayor carga de la situación. Los talleres han de utilizar mucho el lápiz para que sus cuentas no resulten demasiado perjudicadas, han de atenerse a la realidad y valorar con detenimiento su trabajo, sin flores ni sacadas de pecho. Han de imponer el criterio del justiprecio y de su obra sin dimensionar más allá de lo que corresponda. Sin ellos no hay falla, y sin falla… no hay Fallas.