El cobarde es una figura que siempre está ahí, y todas las generaciones tienen el suyo. A Gary Cooper le dejaban sólo ante el peligro un hatajo de cobardes que lo eran por un único motivo: salvar el pellejo. Eso es también lo que motiva a los desertores en muchos casos; en otros son las crisis de conciencia, está claro, pero el miedo está y se tiene. El miedo siempre es lo que alimenta la cobardía.
El mes pasado se llevó al Congreso de los Diputados de nuevo la proposición de reducción del IVA a las Fallas. Y dijeron que no, oiga que no. Que no se les baja el IVA a las Fallas, que se vayan a tomar viento. Esto último no lo dijeron, pero seguro que lo pensaron. Y luego vino la genialidad del Botillo de Bembibre, que suena como muy españolazo, muy de la piel de toro. Exaltar al Botillo. Sí señor. Y claro, le pegamos fuego dialéctico inmediatamente al Botillo, a la señora que lo defendió, a la meseta y a todo el que se puso por delante. Como dice un amigo mío, menos mal que en vez de botillos no fueron calçots con salsa romesco, que ahí sí que la hubiéramos armado gorda.
El problema es que allí había valencianos. Y muchos de ellos votaron en contra del pan y la sal para las fallas. Muchos de ellos supongo que sabían el motor económico que son para familias valencianas. Supongo que sabían que la falla como elemento de arte popular satírico que nace desde el pueblo es un patrimonio de la cultura valenciana. Sabrían digo yo que las fallas y las hogueras reúnen a miles de personas alrededor de una fiesta única por sus contenidos y matices a lo largo de la Comunidad Valenciana. Por lo menos intuirían que las Fallas no son una fiesta de tragar y mojar el gaznate, y que necesitan fallas plantadas para existir. Al ver que votaron un no como una casa entendí que no lo sabían. Y si lo sabían, entonces debió de ser otra cosa. Póngale ustedes nombre.
Ahí va otro ejemplo. Imagínense un grupo de personas de bien parloteando en las puertas del Ayuntamiento antes de comenzar una Asamblea de Presidentes. Hablan entre bravuconadas, alzando la voz y señalando con vehemencia que “Paco nos va a oir”. Ese “Paco” se refiere al concejal, y supongo que lo utilizan en forma coloquial por haber intercambiado un “buenas noches” al entrar al hemiciclo. “Pues a Paco ya le he dicho que no me gusta eso, que me va a oír”. Y se sienta y escucha lo que dice “Paco”. Y “Paco” dice eso que no le gusta. Y nuestro amigo calla como si no fuera con él. Y cuando acaba la sesión se vuelve al grupo de colegas de fajín rojo y les dice “Un pelotazo y a casa o qué”. Y “Paco” se queda sin oir a nuestro amigo.
En este ejemplo, una peregrina suposición digo yo, seguramente no se habló por miedo a significarse, a señalarse como un elemento “subversivo”. Y claro, ya se sabe. No me darán premio. Me quitarán el palet.
En los días que corren ser cobarde es un lujo que no nos podemos permitir. Llegó el momento de ser audaces, no de ser avestruces escondiendo las cabezas en boquetes. Si hay problemas, buscar soluciones.
Y mientras en Madrid le decían que no a las Fallas, las comisiones se gastarán dos millones de euros menos en fallas, en lo que arde, en lo que nos da nombre, en nuestro alimento cultural y festivo. El cobarde deja de serlo sólo cuando él quiere. ¿Quieres dejar de serlo?
No al 21% de IVA a la Cultura y las Fallas.
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
La irresponsable cobardía
- M. Andrés Zarapico
- Arde Valencia