El paréntesis fallero ya ha llegado. Sí, me refiero a las Fallas, el paréntesis que el fallero hace entre ejercicio y ejercicio. Ahora es el momento de disfrutar, sufrir, plantar, quemar y reír. No hay tiempo para más, y tampoco queremos que más cosas enturbien la felicidad plena de la fiesta en estado puro, pero las fallas están inmersas en un tiempo de cambios que será interesante analizar y desentrañar en los próximos meses.
Por un lado, la fractura interna demostrada en la Asamblea del mes de febrero. Cualquiera diría que dentro del normal devenir de las agrupaciones se han montado dos bandos, que ya los había pero menos. Lo que pasa es que ni siquiera hay dos partes enfrentadas. Lo que veo yo, por lo menos, es un todos contra todos para tomar preeminencia en el “poder” fallero, con algunos más taimados y otros muchos menos dotados para el mando en plaza, pero que ahí están. Sobre el mapa se ve la disensión con la Interagrupación como único órgano aglutinador, aunque menos, ya que la propuesta de votación de Congreso Fallero ganó en su junta de agrupaciones, pero con gran parte en contra. Hay aguas revueltas, y cuando esto es así, los pescadores más avispados serán los que se lleven el botín a puerto, y si no al tiempo.
Entre pitos y flautas, nosotros nos quedamos sin Congreso de momento. En mi fuero interno sólo espero que se convoque otra votación y podamos decir que sí, porque vocación de renovar existe, en algunos más que en otros. Y necesidad la hay también, véase en la misma Asamblea el desalentador momento protagonizado, una vez más, por la Comisión de Recursos. Sin entrar en una valoración del informe, del caso o de la sanción, una vez más la comisión fue tirada por tierra en votación dentro de la sesión que reúne a los presidentes de falla. Me parece de pandereta que un grupo de personas estudien un caso, le echen horas, se reúnan, pierdan el tiempo que no quiere perder ninguno otro y, cuando llegan a una conclusión, vengan los presidentes, que no han estudiado el caso ni tienen datos, y la tumben sin más. El presidente de Salamanca-Conde de Altea lo dijo bien claro, “una vez más haremos el ridículo”. El mismo presidente que no debía ser inhabilitado por la Asamblea según la Comisión de Recursos, que lo fue por una votación de los presidentes con todo el peso de la ley fallera, y que luego la Justicia repuso, tal y como decía en primera instancia la comisión. Si García Iranzo lo advertía, era con conocimiento de causa, por haberlo pasado en sus propias carnes. Y si no se quiere hacer caso de la comisión, que se elimine y ya está, que luego pasa lo que pasa.
El caso es una nueva cuenta pendiente del Reglamento Fallero, que tiene partes maltrechas de tanto que hemos pasado por encima de ellas durante años.
Y como decía al día siguiente de la Asamblea, lo más irónico de todo es que, de lo ocurrido en la Asamblea, de si es vergonzoso, absurdo, apropiado, enervante o lamentable hablaremos sólo unos pocos, ni siquiera todos los que estaban en el hemiciclo. Ha llegado el momento de que Cheli saque el whisky para el personal, de que los que no han aparecido durante todo el año te saquen los colores criticando el trabajo realizado durante el ejercicio, que los medios generalistas, totalmente vírgenes de conocimientos falleros, hagan sus desmanes habituales con la fiesta, que los oportunistas enarbolen la bandera de las fallas, que todo el mundo sea fallero "de tota la vida" y que los abrazafarolas, de todos los palos de la baraja política, se pongan el pañuelo de cuadros. Así de patético es el panorama general cuando llega la fiesta. Menos mal que nos da tanto bien a los falleros que eso nos afecta pero no nos condiciona. Si no fuera así, ya verían esos qué clase de fiesta podrían disfrutar al final de la corrida. La esperanza, amigos, es lo que ha de perderse al final de todo. Y eso aún está por escribirse. Amigos, que sean muy felices y que las Fallas les llenen el alma como lo hace conmigo.