Pues no, no te echo de menos, agosto, mes de la calma, de las olas del mar, las noches de calor y el “dolce far niente” que el valenciano cultiva con fruición llegadas estas fechas. El valenciano y cualquier hijo de vecino, oiga. Las vacaciones terapéuticas de la cosa fallera son necesarias para la higiene mental. Refrescar las ideas, aclararlas si acaso o ponerlas en remojo a ver si crecen. Tomarse un respiro viene bien, más que nada por el brío con el que llegó septiembre. Acelerón de ritmo, elección en la Fonteta y las maquetas de la Federación de Especial como actos multitudinarios, y una polémica de esas con proteínas, más que nada por las paellas que no sabemos si haremos en las demarcaciones o tendremos que llamar a Telepaella y dejarnos de concursos. Al tiempo.
Como los amores de verano, el de las vacaciones se diluye en busca de otros nuevos. Y a la hora del amor “con el hola ya me tenías”, que le decían a Jerry Maguire. Nada más llegar el fallero se encontró frente a él con motivos más que suficiente para volver al primer amor, al que dan las fallas. A la ilusión. En este último caso, sólo aquellos que la conserven intacta, ya que se hace difícil ilusionarse con una fiesta a la que dan la tabarra tirios y troyanos. Una norma, otra, otra más, y si el Pisuerga pasa por Valladolid nos endiñan una patada en el cielo del paladar para prohibir algo más, si es que queda algo más que prohibir. Problemas de todo tipo, y una ausencia total de esas “raíces vigorosas” económicas que, si las hay, están más secas que la pata de un burro. La cosa regular no está, eso era hace cinco minutos. Ahora ni está. Así está la casa, pero el patio está diferente.
Las cosas en la Interagrupación se asientan, vuelven los expatriados a la nave nodriza, primero Benicalap-Campanar y este mes el Marítimo. El movimiento se demuestra andando, y mucho hay que andar todavía para llegar a la meta, que no es otra que darle sentido a una institución anclada en no sé qué puerto. Atentos estaremos a sus evoluciones, aunque parece que con las nuevas normativas municipales se ha desperezado el gigante.
Antes hablaba de la ilusión, y eso me recuerda la que se destilaba cuando eras niño y veías el boceto o una maqueta de falla que se plantaría en marzo. No sé ustedes, pero yo aún vibro con aquellos recuerdos. La esencia pura de la magia fallera es el descubrimiento gozoso de aquello que vendrá, dejarse sorprender y verlo, ya en la calle, sin ataduras, sin manías, sin complejos, con la inocencia de un chiquillo y la pasión de un amante de las fallas. Por el contrario, en la “Festa” de Especial muchos de los espectadores van con la pistola cebada para ver a quién se llevan por delante, e involuntariamente todos nos subimos al carro.
Si septiembre ha sido toda la vida el mes de la vuelta al cole, este año me da la impresión de que se consolida como mes de “la vuelta a la falla”. A este paso habrá que pillar mochila, plumier y libros. Y si de libros se trata, yo les recomiendo el Anuario 2014.