Yo no sé ustedes, pero cuando acaban las Fallas me siento desorientado. O el GPS (vital, no de móvil) se me apaga o pierdo el oremus y no sé qué hago, pero es llegar el 20 de marzo y estoy más perdido que un pulpo en un garaje. ¿Hacia dónde vamos ahora? Menos mal que descanso, me echo unas risas con los amigos, hago balance y empiezo de nuevo, que si no ya veríamos.
Ahora vamos al turrón. Acabaron las Fallas de 2015, llegan las de 2016. A finales de mes elegiremos a nuestros representantes en el ayuntamiento y Corts Valencianes. Sabemos que Lledó, pase lo que pase y gane quien gane, no seguirá siendo concejal de Fiestas. La incertidumbre política es el pan nuestro de cada día, y los sondeos, en vez de mostrar caminos, los desdibujan a cada nueva encuesta. ¿Hacia dónde vamos?
Evidentemente, la fiesta depende, y mucho, del color político que tiña el consistorio a partir del 24M; la fiesta a nivel global, organizativo y burocrático. La otra, la que palpita en las calles y sale de nuestros casales depende de nosotros, los falleros, porque tenemos la bendita posibilidad de decir el camino. Otra cosa es que nos interese siquiera elegirlo, y eso es lo que muchas veces, con las decisiones que tomamos, me parece a mí que es la tónica dominante.
Ahora hablamos y hablaremos de jurados. De lo que sea, pero de los jurados. Estrenamos proceso de selección del jurado de las fallas y pese a ello, como estaba definido de inicio, las suspicacias y los “rajes” son los mismos. ¿Esto qué demuestra? Que vamos a cambiar cuando las ranas críen pelo.
Cualquier modificación, cambio, innovación o alteración del orden establecido es bueno. Eso sí, lo de “cambiar es bueno” repetido a modo de mantra espiritual no es precisamente tan bueno. Que cambiar es otra cosa, diferente si se quiere, pero que viene bien, despeja las mentes, refresca que da gloria y da vidilla. Cambiar es bueno, pero no nos obsesionemos.
Muchas comisiones hacen a día de hoy el tránsito de sus directivas hacia falleros más jóvenes, con ideas puede que “atrevidas” para muchos. Déjenles, háganlo, vuelen, imaginen. La fiesta es tradición, pero convertir lo habitual en tradicional es peligroso. La Tradición es imprescindible, pero hacer siempre lo “tradicional” es la condena hacia el tedio, el aburrimiento y la extinción.
¿Hacia dónde vamos? Pues no lo sé, pero oiga, que haya sitio para todos. Hasta para los de las fallas raras (permítaseme el sarcasmo). Y en este punto, una salvedad. Este año hemos visto hablando de monumentos ese término de “otras fallas son posibles”, algo que me parece perfecto. Genial. Pero que no se quiera convertir a todas en otras. Tiene que haber de todo, porque los menús variados son siempre más nutritivos y alimentan mejor. Salir a la calle y encontrar todo tipo de propuestas que acabarán ardiendo me parece fantástico. Ahora bien, que no hace falta defenestrar las fallas más convencionales para hacerse valer, querer ser “perros verdes” y destacar por singular en detrimento de lo popularmente conocido como barroco.
Vamos a lo que vamos. Vamos hacia 2016, y digo yo que será momento de darle una “espenta” a todo esto de las Fallas. Innovemos, seamos atrevidos, demos caña, critiquemos, seamos falleros y sobre todo disfrutemos. La mejor fiesta del mundo es esta, y la mayor parte del tiempo perdemos el tiempo en chorradas. Let’s Rock!!