Tenemos fallas municipales nuevas y relucientes. Miguel Hache llega a la plaza, y personalmente ansío con ilusión ver la obra de uno de los más notables artistas de fallas infantiles. Latorre y Sanz vuelven a la plaza, cosa la cual me congratula ampliamente, y lo hacen con Okuda San Miguel, un artista plástico cuya obra me fascina. Me intriga saber cómo será el proyecto.
Estas dos elecciones parecen dejar en el olvido ya las del año pasado. Dos obras que salieron a la calle y la gente opinó. Y la cremà llegó antes de hora en forma de críticas ardientes. Pero claro, las habían elegido un jurado de expertos, independiente.
No puedo estar más de acuerdo con la opinión del periodista Julián Giménez, compañero de la Cadena SER, cuando dice, acerca de las fallas municipales, que quien de verdad se beneficia del tipo de jurado puesto en solfa desde el pasado ejercicio “es el propio Fuset”. Sí, gracias a esta configuración, puede parapetarse tras ellos para que las críticas no le manchen, algo que obsesiona, y mucho, al edil de Fiestas: que él no tenga la culpa. Una piedra más que cimenta la preocupación política que suscita el cargo para el concejal.
También subrayaba Giménez que aquello de que de la elección ya no participan los políticos “no vale”. Y es que Fuset no vota, pero asiste. Otra piedra más.
La gestión paternalista que lleva realizando Pere Fuset crea más controversia que ninguna otra de las que hayan pasado por la avenida de la Plata. No todo son polémicas y reprobaciones. Aciertos ha habido y seguro que habrá en el futuro, de eso no me cabe la menor duda. Eso sí, aciertos transformados no en mejoras, sino en ‘medallas’ y en los ‘per primera vegada’ que tanto sirven para dar rienda suelta a la sátira fallera. En eso también hay que dar las gracias.
A riesgo de parecer una parodia, insiste el ente burocrático fallero en reafirmarse en sus ‘primeres vegades’ como si se agarrara de un palo ardiendo. Y deja la autocrítica en el cajón del olvido. Para muestra, el botón del pleno de abril: un par de borrones -las normas de vestimenta de la Corte de Honor y la reprobación al presidente y su directiva- y una larga lista de aleluyas a la gestión realizada. Que sí, que ha tenido cosas buenas, qué duda cabe. Pero me parece a mí que esos dos borrones ‘per primera vegada’ han traído a la fiesta un sentimiento que se define con una palabra: vergüenza.
Evidentemente hablamos del ejercicio pasado ya. El nuevo a día de hoy (cuando esta columna está en proceso de redacción) es una incógnita. Cambios va a haber, se sabe y es una realidad. Y cambios muy profundos en el seno del ente fallero. Confiemos y veamos pues el efecto.
Antes de finalizar, no puedo resistirme a comentar ‘lo de la democracia en las Fallas’. “El meu major repte és tractar de portar la democràcia fallera a cadascún dels casals”, particularmente “al faller de base”, para que pueda decir cosas que muchas veces “les èlits de la festa no diuen”. Así se expresó el presidente de la Junta Central Fallera en una entrevista realizada en Levante TV. Y me preocupa mucho que se hable de falta de democracia en una fiesta que se renueva todos los días, que ha sido y es un ejemplo de democracia. Una fiesta en la que las decisiones se toman en cada casal, en cada junta, en cada reunión. Una fiesta en la que la Asamblea de Presidentes ha de ser quien la rija, y no los designios particulares de un gestor paternalista. Una fiesta hecha por falleros. Pero quizá esos falleros se resisten a dar ‘likes’, retweets y comentar hilos, por lo que el mensaje final de ellos no le llega nunca a Fuset.