ManoloConversaba con Javi Tejero días atrás, y amén de poner en común lo divino y lo humano en el transcurso de una entrevista que pueden leer en este número, reflexionábamos sobre la vigencia del actual Reglamento Fallero y lo que debería retocarse con urgencia en un Congreso Fallero; un Congreso que, personalmente, veo cada vez más necesario, así como con más posibilidades reales de realizarse. El propio Galiana azuzó el avispero en ese sentido siendo presidente de falla, y ya lo ha dicho a las claras en los primeros compases de su presidencia de JCF. Vamos, que le tiene ganas.

¿Y qué se tratará? Aquí es donde mi estupor, siempre inocente, crece al ritmo exponencial de las sonadas preocupaciones de algunas y algunos. Porque si bien yo pienso en unas cosas, otras materias que se soslayan me dejan turulato.

La banda y la caramba. Que si llevar banda obligatoria, que si caramba, que si ni una ni otra. Y es solo por poner un ejemplo. Qué digo. ¡Este es ‘el ejemplo’! El ejemplo de las inquietudes que tienen muchos a la hora de plantear cambios para un Congreso Fallero. Y yo lo siento, de verdad, pero es que esta preocupación me parece una frivolidad, porque frívolo es pensar en detalles cuando lo orgánico, lo fundamental, está falto de una buena mano de pintura.

La frivolidad y las Fallas se conocen bien. Mantienen una relación estrecha que se alterna con temas orgánicos más trascendentales. Y tengo que decir que es una relación bien avenida, armónica. Un toma y daca que se contemporiza desde tiempo inmemorial, y que ha dado los frutos de tener una fiesta tremendamente rica en matices, con intereses dispares pero con un mismo objetivo: la pasión.

No soy ajeno a la realidad, vivo en el mundo y sé lo que hay: habrá polémica y ríos de tinta. Titulares, reportajes, declaraciones acaloradas. Salsa fallera picante y a gusto del consumidor. Ya está creando situaciones tensas en las comisiones, como me refería la nueva vicepresidenta de Protocolo, Lucía Morales. Y eso es lo que más me preocupa de toda esta historia, que por un asunto como llevar o no la banda con la indumentaria tradicional se genere una tensión que, si antes, en la antigua normalidad, me sobraba, en la nueva normalidad no les quiero ni decir.

La frivolidad y las Fallas se conocen bien. Mantienen una relación estrecha que se alterna con temas orgánicos más trascendentales. Y tengo que decir que es una relación bien avenida, armónica. Un toma y daca que se contemporiza desde tiempo inmemorial, y que ha dado los frutos de tener una fiesta tremendamente rica en matices, con intereses dispares pero con un mismo objetivo: la pasión.

Ahora bien, si nos tenemos que arremangar para poner arreglo al texto por el que nos regimos, y que en este instante supone un lastre para muchas cosas, entre ellas para, simplemente, poder actualizarlo sin tener que convocar un Congreso Fallero, y nos dedicamos cuando llegue el momento a pasarnos horas hablando de la banda y la caramba, yo casi que me quedo en casa viendo Netflix.

En la to do list del Reglamento Fallero hay muchos ítems. Uno lo apunta Tejero en la entrevista que les ofrecemos, y es la posibilidad de introducir una actualización de la legislación fallera a los tiempos sin tener que hacer girar los grandes engranajes de un Congreso. Porque hasta para incluir que somos Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en la ley fallera hay que mover cielo y tierra.

Remozar la organización interna de la Junta Central Fallera, demasiado anclada en lo que era válido a principios de este siglo, contemplar formas de interacción como los medios telemáticos para las reuniones y la toma de decisiones, así como la revisión y actualización de los conceptos que hacen a la fiesta fallera ser lo que es son asuntos de vital importancia que, cada día que pasa mucho más, hay que repensar, renovar y reformular.

Hay mucho trabajo para poder lograr un texto que, siendo válido el que tenemos en muchos de sus planteamientos, necesita urgentemente llegar a la tercera década del siglo XXI en plena forma. La sociedad lo demanda por un simple hecho de evolución.

Lo frívolo está bien para lo que está bien, pero por favor, seamos operativos, resolutivos, sensatos y responsables. No perdamos el oremus por dirimir si queremos la banda o la caramba y vayamos a lo central, a lo que importa. Hagan el favor. Y ya, si eso, después discutimos de lo otro.