Las Fallas van camino de ser otras, que serán iguales pero diferentes. Ese es el gran reto al que nos enfrentamos en este mundo poscoronavirus (casi, que aun quedan flecos) donde la fiesta se enfrenta a su mayor reto en décadas.
Los retos de verdad, los que orgánicamente afectan al continuo de la fiesta, nuestro espacio-tiempo particular, son tremendamente decisivos para asegurar la pervivencia del propio tejido asociativo, al tiempo que necesarios para que el sector productivo fallero no se desgaje y se vaya a pique. Porque al final, guste o no guste, la fiesta pivota en dos centros: la falla y los falleros.
Las comisiones falleras están ante uno de sus mayores desafíos. Uno que afecta directamente a su funcionamiento y también a lo que, no nos engañemos, era parte fundamental de su idiosincrasia. Va directo al hueso de la gestión y al (mirémonos a los ojitos) meninfotisme en muchos aspectos ya de forma sistemática y tradicional.
La asamblea de enero lo puso de manifiesto. El edil Carlos Galiana habló de cerca de un centenar de comisiones rezagadas en poner al día cuestiones de burocracia dentro de los expedientes de las subvenciones. Lo hemos dicho desde esta atalaya en no pocas ocasiones: la burocracia (necesaria) está asfixiando a las comisiones falleras. Y en muchos casos pueden ser trabas o circunstancias, pero en otros muchos es simplemente estupefacción u olvidó, fruto también de la propia condición de los directivos de las comisiones, que no se dedican a ello 24/7. Las fallas son una fiesta, una afición, más que eso, la vida. Pero la vida es mucho más que las fallas para muchas personas, y la actual configuración burocrática no mira pelo. Plazos, documentación, rigurosidad. Y ni un pero o se congela el expediente.
No, no es persecución al fallero ni nada similar, no me vengan ahora con esas. La organización burocrática de todo en general ha sufrido un cambio drástico, provisto en gran parte por las sedes electrónicas y la organización digital de los trámites. La brecha tecnológica de las comisiones en particular también se deja notar en este caso. Estamos hablando de un tiempo en el que el consistorio riega a las comisiones de diferentes ayudas y subvenciones, además de controlar los permisos de ocupación de vía pública, por ejemplo. Y sí, un mes antes hay que hacerla. Y sí, un papel no presentado de una subvención congela el resto. Y si no, tot per l’aire.
Luego tenemos lo de siempre. A la presidencia o la persona encargada de la secretaria se le pasa el plazo de solicitar las entradas de la exaltación o de, más sangrante, presentar a sus candidatas a la preselección del sector. Y con las manos formando una barraqueta piden ‘perdón, perdón’, y dicen aquello de que las chicas no merecen el castigo por culpa de haberse olvidado, de que el correo no se haya visto o de qué sé yo. Ya, pero es que estamos en 2023, y los plazos están para cumplirse. Errores, todos los del mundo, faltaría más, hasta el mejor escribano hace un borrón. Pero en una fiesta donde somos de nuevo casi 100.000 almas, cerca de 400 comisiones y muchas circunstancias personales, las cosas no pueden ser como hace 50 años.
En cuanto al arte fallero, ya no sé ni cómo decirlo. Crisis es poco para definir aquello que te transmiten y te dicen los artesanos en los talleres. En el artículo sobre las fallas de Especial de este mes apelamos a la ‘épica’ de los responsables para llevar a cabo sus proyectos. Pero no sólo nos referimos a los de la sección de oro. Todos, en todas las secciones y en todas las categorías, están apelando a esa épica de la profesión para salir este año a la calle. Vamos a ver grandes trabajos, por supuesto, como en la Exposición del Ninot, pero que la fotografía no nos haga olvidar el sustrato donde todo pasa.
Si el año pasado ya comenté que el fichaje de artistas por parte de las comisiones resultó, en muchos casos, agónico por la falta de oferta ante la demanda, haré con ustedes una apuesta para la firma de las fallas de 2024. La situación será peor. Espero equivocarme, pero mucho me temo que no será así.
Muchos retos, muchos extremos, muchas cosas que analizar. Importantes. Porque al final lo importante es lo que hará que la fiesta continue andando.