Concluidas las fallas de 2007, Ricardo Caballer dejaba clara su intención de no seguir disparando en la plaza del Ayuntamiento. Desde el hemiciclo valenciano y resto de “compañeros”, su renuncia parecía que no iba con ellos. A mi modesto entender miraron para otro lado. Posiblemente, y sigo con mis conjeturas, unos lo harían por soberbia, otros por egoísmo, y otros simplemente se dejaron llevar, pero el caso es que una de las empresas más solventes y reputadas del sector, y la más importante en lo que a volumen de trabajo se refiere, dejaba un claro mensaje a quien lo quisiera entender cuya respuesta quizás sea más que evidente hoy en día.
Por protagonismos, amiguismos, o vete tú a saber los “ismos” a aplicar, se perdió una gran ocasión de aunar esfuerzos ante el evidente ninguneo que desde hemiciclo valenciano se llevaba haciendo al sector pirotécnico desde tiempo inmemorial, como afirmaban y afirman con la boca pequeña los protagonistas, aunque la posición más cómoda sea siempre estar con el poder.
Con la excusa del prestigio, de la fiesta fallera, de la “catedral de la pólvora”, de la publicidad que generaban las retrasmisiones de la añorada RTVV, y de toda la parafernalia que queramos, se ha seguido sangrando a unos empresarios que por amor a su profesión y a su tierra han continuado dejándose lo que no hay en los escritos por estar a la altura que se merece la primera plaza de la ciudad, y que antaño fue referente mundial en materia pirotécnica.
Quienes callaron entonces sin tener el potencial económico y empresarial de Ricardo Caballer realmente no aguantan más. El prestigio ya no se puede defender a cualquier precio, o riéndole las gracias a nadie. Imaginen por un instante que son uno de esos españolitos que por suerte tiene trabajo, cobrando poco más de 900 euros como el 70% de los mortales, y que mañana su jefe les dice que les pagará la mitad por disfrutar en demasía de su empleo, pudiendo decir orgullosos que trabajan para una gran empresa, y además recompensados en su ego con la foto sonriente junto al jefe en el rotativo local.
Este ejemplo, que en lenguaje coloquial se llamaría explotación, aquí lo llamamos prestigio, y ante esa bandera todo vale. Por unos motivos u otros, la realidad es que cuando lleguen los aromas de la pólvora no encontraremos a Ricardo Caballer, ni al Portugués, ni a Gori, ni a Vicente Caballer, etc. Con todo el respeto del mundo al resto de firmas, es como si al viejo Mestalla acudieran a jugar todos los equipos de Europa menos el Valencia CF.
Un despropósito político-festivo amparado por los mismos protagonistas, y que igual pudo haberse evitado con menos hipocresía, menos servilismo, más compañerismo, y primordialmente, mayor respeto al trabajo de nuestros maestros coeters y su historia.
Aquí somos así. En otros sectores a los promotores de espectáculos que defraudan no se les vuelve a otorgar responsabilidades, aquí les aplaudimos cuando se vanaglorian de devolvernos lo que previamente nos había expropiado sin compensación alguna, como sucedió con el IVA o las mal llamadas subvenciones. Espero que un día esto cambie, y se respete la cultura y tradición valenciana, aplaudiendo sin condicionamientos, que Valencia vuelve a ser el cetro de la pirotecnia mundial, sin más memoria o recuerdo de los motivos o causantes que nos llevaron al fin de una época.