Hace cuatro años y desde esta misma atalaya recordaba que el 22 de mayo de aquel año la fiesta fallera también contaba, en referencia a las elecciones municipales y autonómicas que en esa fecha marcarían el destino del colectivo hasta el presente ejercicio. Cuatro años después puedo decir que la fiesta fallera debería haber contado, y no lo ha hecho, por los mismos motivos que alegaba en 2011, y que siguen totalmente vigentes. Ochocientos millones de económicas razones que generan anualmente miles de puestos de trabajo, y deberían ser considerados como se merecen por nuestra clase política.
Si echamos la vista atrás y recordamos el artículo publicado por Actualidad Fallera en el mes de mayo de 2011 bajo el título “¿Qué hay de lo nuestro?” podremos comprobar de primera mano cuales fueron las promesas de los diversos partidos políticos, aunque en este caso, sólo podamos rendir cuentas a quienes obtuvieron el respaldo popular, ostentando el gobierno y el designio de los falleros desde entonces.
Cuatro años después, las buenas intenciones de concienciación con colectivos vecinales y festivos, potenciar las relaciones entre colectivos de vecinos y de falleros, e intensificación del diálogo con responsables de seguridad ciudadana para buscar vías permanentes de solución y buen entendimiento, han quedado en esa clásica promesa de buenas intenciones, a las que nunca se podrá reprochar cualquier acercamiento.
De la construcción de unas nuevas dependencias de la Junta Central Fallera, mejor ni mentarlo, algo que lógicamente era inviable ya en 2011 por la crisis económica. De aportar nuevas mejoras al Centro de Documentación e Investigación de la Fiesta de las Fallas, tres cuartos de lo mismo; y de apoyar al Gremio de Artistas Falleros de Valencia escuchando sus propuestas para mantener viva la Ciudad del Artista Fallero, ni hablemos. Ni que decir tiene que lo que antes era inviable por la propiedad particular de las naves, a pesar de las peticiones de la oposición, ahora parece posible. Casualidades del destino.
Pero la que más destaca sobre todas, es aquella propuesta donde nos hablaban de “Permitir a las comisiones de la ciudad la participación y celebración de nuevos actos de barrio, que les permitan obtener mayores recursos económicos para garantizar la actividad continuada de las Fallas”.
No me dirán ustedes que después de leer concienzudamente la Ordenanza Reguladora de la Ocupación del Dominio Público Municipal de 2014, esta promesa electoral no tiene miga. No sólo de las comisiones falleras, sólo hay que ver los presupuestos de JCF para comprobar que ni para el organismo rector ha llegado un nuevo euro de más sobre lo ya dispuesto, incluso podríamos afirmar que menguaron sus ingresos.
Pues nada, la politización evidente de la fiesta es lo que tiene, en otros sectores empresariales la falta de consecución de los objetivos marcados sólo tiene un camino, pero en el colectivo fallero todos sabemos que la memoria es muy corta, y que poco o nada nos gusta tirar de hemeroteca…