Parece ser que ha llegado la hora de meterse de lleno en la faena. Cumplidos ya los cien días de asentamiento y con el 50 % del ejercicio cumplido, los gestos y titubeos iniciales han de quedar en segundo plano y ponerse manos a la obra en un proyecto que nos vendieron como ambicioso, transparente y cuya implicación del colectivo fallero sería constante.
Es momento de hablar del presupuesto, ese que nos anunciaron tendrían en los propios falleros sus principales valedores, consultando con la “asamblea soberana” su confección, con el único fin de que “la fiesta sea, aquello que quieran los falleros”.
De momento parece que los falleros podrán opinar sobre una pequeña partida del presupuesto, un gesto interesante y desconocido hasta la fecha, aunque insignificante en la amplitud de la contabilidad fallera.
Se busca destinatario de una o varias partidas, eso sí, con ciertos condicionantes. El primer paso dado de forma unilateral y quizás precipitada, tuvo la contestación inmediata de la InterAgrupación de Fallas de Valencia. Ahora queda saber si los compromisos se cumplen, se habla y se acuerda entre todos el futuro de la fiesta fallera en la ciudad de Valencia. Una fiesta maltratada en los últimos años en materia económica, cuyos recursos han ido mermando de forma considerable, y cuyo retorno en materia presupuestaría debería ser el primero de los objetivos de la nueva directiva.
Por poner algún ejemplo, las comisiones falleras han perdido cerca de 20.000 euros entre 2010 y 2015 sólo en materia de premios a la falla, ese eje central del monumento al que tanto aludimos cuando queremos dárnoslas de muy falleros pero al que negamos como judas a la mínima que tenemos oportunidad.
También podemos recordar como la Cabalgata del Ninot se tuvo que transformar en un híbrido debido a la reducción de su dotación presupuestaria en más de un 75% sobre lo establecido. Recordemos que en 2011 esta partida presupuestaría alcanzaba casi los 75.000 euros, mientras que el pasado ejercicio apenas llegaba a los 20.000 euros.
Ni que decir tiene que este suma y sigue alcanza a otras partidas. Tanto el concurso de apropòsits, como el teatro hecho por falleros, han sufrido de forma contundente el azote de la tijera por parte del ente oficialista en los últimos años. Y como a perro flaco todo son pulgas, desde la administración central las fallas han tenido un aliado perfecto para ver que mientras las grandes fortunas incrementaban sus dividendos, las pequeñas empresas, como son las asociaciones falleras, eran perseguidas para controlar hasta su último euro, sea en forma de fiscalidad global, o de ordenanzas municipales con las que castrar posibles fuentes de ingresos.
En definitiva, las cargas han ido subiendo, mientras los ingresos en forma de ayuda o inversión en la cultura fallera y su potencial como impacto económico, no subvenciones como sinónimo de limosna, han mermado de forma considerable. Por tanto, si me permiten mi opinión, pongámonos primeramente a trabajar en recuperar lo perdido. Devuelvan a los falleros lo que es suyo y que justamente se ganan cada año por aquello que producen para el bien de todos, y a ser posible, con intereses.