Ya estamos en Fallas. Comienza un nuevo ejercicio fallero. Un nuevo año con las maletas llenas de ilusiones para unos, y el peso de la mochila cargada para otros. La democracia fallera, ésa que algunos niegan, quizás por no ser sumisa a sus deseos, se hizo carne en las últimas semanas. Nuevos presidentes, y ratificados otros, formarán en breve ese ágora fallero denominado Asamblea de Presidentes. De ellos escucharemos, si les dejan, cómo quieren que sea, o evolucione, su fiesta. En ellos, por voluntad expresa de sus comisiones, está el devenir de este patrimonio. A ellos sí que los han elegido democráticamente para ese cometido, teniendo el derecho y obligación de defender los intereses que mejor crean para su fiesta, para sus comisiones, y por ende para sus falleros. Con la libertad que supone, desgraciadamente para más de uno, este duro calvario llamado democracia. Y podrán votar si así lo creen blanco, negro, gris, verde, azul, amarillo, o no votar si así les place. Como no acudir al citado ágora si así lo desean. En su conciencia, y principalmente en sus comisiones, estará el derecho de exigirles prenda. No en nadie más, por mucho que en ello quieran escudarse para quitarles legitimidad a quienes legalmente la tienen. Más allá de políticos, o de “lobbys” político-festivos que, después de más 25 años viviendo a la sopa boba, ahora han tocado pelo por las paradojas del destino que ofrece la democracia, y quieren desde sus sillones, butacones de “a tres mil al mes”, hacer comulgar con ruedas de molino incluso a quienes su fe no profesen.
Dejémonos ya de paridades o paridas, de caretas y carotas, del conmigo o contra mí. La mochila algunos la tienen ya muy llena de mentiras, intransigencias, llamaditas y cafés. La fontanería decían que era cosa del pasado, y ahora resulta que somos tan tontos que mandamos mensajes por WhatsApp hasta para decidir si hoy toca ser hipócrita o mentiroso, nos olvidamos que todo se acaba sabiendo, que de todos se acaba hablando, que a todos acabamos conociendo.
Comienza un nuevo ejercicio fallero, y como todo inicio, habrá que verlo en positivo. Confiar que la palabra dada se cumplirá, y quienes por su mala cabeza perjudicaron al colectivo purguen su culpa. Confiar en que por fin la transparencia pregonada aflore en JCF, y los falleros incluso participen de su presupuesto y no de migajas incumplidas. Que los concursos o temas que atañen directamente al colectivo fallero sean realmente con la participación del colectivo fallero, y no bajo el criterio unilateral de quien se sienta iluminado por los dioses. Que los falleros hablen. Que los políticos escuchen. Que a la InterAgrupación no la acallen. Que las Fallas sean lo que quieran los falleros, y si además tenemos Congreso Fallero acordado en su forma por los propios falleros, prometo pregonar a los cuatro vientos que hasta Papá Noel es descendiente directo del So Quelo, o a la inversa.
De momento ya tenemos fallas municipales, las de todos. Grandes artistas, que presuponen dos grandes proyectos, pero que no quita un ápice para seguir pensando lo mismo del sistema caciquil impuesto, que es más propio de otros regímenes.