Que el concejal de Cultura Festiva está desacreditado como político y como presidente de JCF es algo que ya reconocen hasta sus propios correligionarios, aunque lógicamente no todos lo digan públicamente.
Reprobado y desautorizado por sus propios actos, almacena ya en sus alforjas un cargamento de promesas de diálogo y consenso incumplidas, de bravuconadas sin sentido, de politización de la fiesta con un comportamiento despótico, en ocasiones infantil, impropio del cargo que ocupa, y que desgraciadamente traspasa fronteras en perjuicio de la fiesta.
Un bagaje ganado a pulso en sus casi tres años de gestión, donde el colectivo fallero ha sido lo suficientemente vehemente para no corresponderle con la lógica reciprocidad a su continua afrenta, manteniendo una predisposición al diálogo que les niega, despreciando a los legítimos representantes abandonando su propio foro, más allá de lo que ‘venda’ en su mundo paralelo.
Su talla política, o falta de ésta, le llevan a una incontinencia verbal de difícil freno por muchos opioides que pudiera ingerir, dejando patente su nula capacidad, más allá de la réplica constante en base al insulto o el menosprecio. Nadie se libra cuando la contraria le llevan. Desde ‘fascistas’ a ‘cuñaos’, ni falleros, ni periodistas, ni falleras mayores, a las que poco más y tildó de embusteras cuando le negaron la mayor ante las vergonzosas normas de protocolo que buscó imponer, repudiadas por un colectivo fallero mucho más progresista que sus machistas intenciones.
Un tema, el del machismo, que vuelven a utilizar en busca del aplauso fácil, de la foto interesada, del afán desmedido en otras metas.
Quizás estaré equivocado, pero para mí el machismo comienza en el instante que se hace una diferenciación por sexo para realizar un mismo cometido. En el momento que ponemos un artículo masculino o femenino para alcanzar un fin semejante. En el preciso instante en que se busca la paridad por encima de la capacidad de la persona. ¿Alguien criticó que haya dos mantenedoras?
¿Quién es el Sr. Fuset y sus compinches para imponer númerus clausus? Para vetar mujeres que en su condición de falleras quieran ejercer sus derechos. ¿Por qué no tres mujeres en un jurado? ¿Censurar el arte de mostrar cuerpos voluptuosos? ¿Botero misógino? ¿Talla 32? ¡Vergonya, cavallers, vergonya!
Basta de mentiras, de intereses propagandísticos. De nuevo la ley está en favor del criterio fallero, dejando en evidencia al concejal. La Agencia de Protección de Datos asevera que se infringió la ley, que es falso que se actuara como el CIS, que se cometió un delito tipificado como muy grave, y que, de recurrir, será en la Audiencia Nacional. ¡Lo defenderemos hasta en Estrasburgo si hace falta!, decía henchido de ego meses atrás mientras ocultaba el expediente, y en lógica, a costa del erario público.
Sin entrar en la tutela o no del consistorio, lo evidente es que, para acceder a un cargo semejante, se debería exigir un mínimo de preparación, de la que adolece el concejal. No sólo carecía de experiencia fallera, sino que además su experiencia laboral o académica era prácticamente nula para el desempeño del cargo, y a pesar de ello, se permite el lujo de dar clases magistrales sin nadie exigirle como a otros, que le retiren sus privilegios por falta de dignidad en defensa de las instituciones valencianas, y devolver el dinero que nos cuestan sus caprichos.