Por segundo año, la encerrona con motivo del Bando de Fallas se consumó sin ningún recato. De nuevo convocarían a los agentes festivos, entidades vecinales, empresariales y de consumidores, así como concejalías, en un aquelarre denominado ‘Mesa de Diálogo Fallero’ donde lo más fallero que había era lo quemados que acabaron los representantes del colectivo fallero.
De nuevo una mesa conjunta. Una mesa a la que, con una indignidad sonrojante, se la denomina de diálogo. Una mesa a cuya conclusión faltó tiempo para que el órgano de propaganda del concejal titulara: ‘Consenso en la tercera Mesa de Diálogo Fallero’. Una mesa donde la inferioridad numérica de los falleros, de los que ponen el dinero para que algunos de los sentados hagan negocio sin poner ni uno, es tal, que, si hubieran querido aprovechar para colocarles a las fallas una tasa para subvencionar sus negocios, ya tendríamos en el geoportal del fallero mayor del reino, número de cuenta y la fecha límite de pago.
Si hacen memoria, en el balance de fallas realizado por esta publicación a finales del pasado marzo, los agentes festivos, los de verdad, coincidían en un mismo punto: el Bando de Fallas 2018 era poco más o menos que un desacato. Pues bien, la tercera mesa de monólogos para el Bando 2019 concluyó para los falleros con un resumen bastante diferente al indicado por la Delegación de Prensa y Propaganda del nuevo régimen. El perseguido presidente de la Interagrupación, aquel con el que nunca más se sentaría el concejal, dejaba su visión sobre el ‘acuerdo’ alcanzado: “Ay señor, señor, horas de sueño, de tiempo restado a tu familia, de ilusión y largas reuniones. ¿Para? Acuerdo, sí. ¿Satisfactorio para el colectivo fallero? No”.
Tampoco fue el único. El presidente de la Federación de Fallas de 1ªA aprovechaba la misma red social para resumir el ‘consenso’ alcanzado: “Tras una larga y compleja reunión, se ha llegado a un acuerdo NO satisfactorio para las entidades falleras. Hemos aprobado el mal menor. Lamentable la posición de algún colectivo empresarial que tanto recibe de la actividad fallera”.
Visto lo visto, y escuchado lo escuchado, sus declaraciones serían de lo más prudentes. En los mentideros se escucharon peores, mostrando posiblemente la verdad de cada uno. Demasiado hacen los falleros con acudir por obligación de su cargo a una encerrona donde llegarían a sentirse vejados e insultados. Donde, por hablar claro, ya que yo no tengo obligación alguna de mantener la compostura que a un cargo se le exige, a los falleros nos trataron como a una verdadera… caguerà de bou.
Estos son nuestros convecinos, los que hacen caja a costa del trabajo del fallero. Empresarios de postín que correrán raudos para salir en la foto con la Fallera Mayor de turno, mientras lucen su Armani o nos perfuman con su Chanel. Este es el compromiso de nuestros políticos. Los mismos que les invitarán al balcón, y ante las cámaras, en el colmo de cinismo, se apuntarán con ellos al #VolemFalla, mientras al alimón estrangulan cualquier posibilidad de que los falleros generen ingresos en pro de su Patrimonio. Esto es la política. Falsa como foto en Salón de Cristal copita de cava en mano.
Porque no nos olvidemos, como bien escribía hace unos años Josep Lluis Marín, el más cercano colaborador de Fuset en la actualidad, jefe de sección de su concejalía: “El regidor de Festes (per molt president de la JCF o JLF que siga) no és el representant dels fallers. Ni té perquè ser-ho. És un càrrec polític”.