Que el enredo, la patraña o directamente la mentira sea plato de diario en la política actual es algo que desgraciadamente tenemos asumido. Estamos ante una generación de pseudopolíticos de bajo, muy bajo nivel intelectual, que asumen responsabilidades sometiendo sin recato la administración a sus caprichos. Cuya vinculación con el mercado laboral, y por tanto con la realidad del día a día, es prácticamente inexistente. Donde la utopía y el idealismo mal entendido sirve como materia prima para enarbolar unas banderas que comprarán aquellos que por simpatía o proximidad confunden la vergonzosa vieja política con los necesarios tiempos de cambio.
Una burda falacia de tiempos convulsos provocados, todo hay que decirlo, por una herencia infame, que nos lleva a unos dirigentes sectarios y manipuladores.
Ejemplo de ello es, sin lugar a duda, el actual concejal festivo, aquel que habló de diálogo en su primera intervención, de puentes y trabajo en pro de la fiesta. Unas intenciones que se dedicó a lapidar desde el primer día, amparándose en la lucha contra el ‘conservadurismo’ fallero, cuyo delito para esta calificación fue negarse al supremacismo ideológico, aunque sus proclamas a quien buscan enfervorecer realmente es a quien no conoce la fiesta, a base a chascarrillos, algunas verdades a medias, o directamente con falacias.
A estas fechas la maquinaria política no sólo sigue en marcha, alcanza su máximo nivel de intensidad por la proximidad electoral. Ejemplos varios, desde las reiteradas y burdas acusaciones machistas, a los vetos sexistas. Todo sea por la campaña, a costa de quien sea, y con el amparo innoble de quienes los amparen.
Sólo hay que rascar un poco para comprobar quién es precisamente un ejemplo a diario de desigualdad. La elección de sus cargos remunerados, sus vocales de libre elección, sus artistas o diseñadores, hasta los compositores musicales de los pasodobles a las Falleras Mayores, son su tarjeta de visita para dar clases a nadie. Esa es la realidad de un bravo concejal que evidencia a diario sus pies de barro. Pero esto no se lo cuenta a sus correligionarios. Como tampoco cuenta como ‘sus funcionarios’, me reitero, los que pone él a cobrar del erario público, vetan la presencia de mujeres no afines a su ideología para no compartir mesa de charla con la amenaza de retirarse. Eso en román paladino se llama cobardía. Intelectuales de medio pelo, medrosos erigiéndose como mesías del colectivo, mientras viven a la sopa boba. Ejemplos de vieja política con etiquetas de nuevo cuño.
Pero seguiremos teniendo palmeros que callen, o incluso que aplaudan. Como cuando el órgano de propaganda del concejal no es capaz ni de decir el nombre de la única mujer que ha roto el techo de cristal de la poesía festiva, ganando cuatro de los últimos cinco máximos galardones del único concurso que forma parte del Patrimonio UNESCO. Me refiero, por si no lo saben, a Ampar Cabrera, ninguneada de forma escandalosa con una información sesgada desde fallas.com, la misma Ampar a la que intentaron tirar del balcón cuando fue invitada, la misma a quien el propio alcalde sigue ignorando cuando se proclama a ‘Les dones de la festa’.
Gracias por nada. Gracias por cuatro lamentables años de vergüenza.