Solo han pasado un par de meses, pero ya lo echo a faltar, y mira que es difícil que diga yo esto de un miembro de Junta Central Fallera. Igual me estaré haciendo mayor y son los años los que te hacen valorar más a las personas por lo que son, y menos por lo que aparentan ser. El caso es que no sé realmente qué hiciste, o quizás qué no quisiste hacer, para que te dieran la patada.
Estoy convencido que callarás elegantemente, aunque con el tiempo, un café y media lengua, igual acabas rompiendo ese compromiso y señorío que contigo no han tenido, desvelando los verdaderos motivos. Porque la lógica dice que cuando alguien es serio en su trabajo, logra sembrar cordura donde flora la vesania, y recolecta el respeto del gentío más allá de ideologías, no es de recibo ser apartado del equipo titular, de no tener posiblemente un jefe muy zote, un pelele en la atalaya o un patrón en Singapur.
Pero todos sabemos desgraciadamente cómo funciona esto, y sobrevolaron los paladines de la guía de la ‘esposa’ perfecta para poner a su particular Celades al frente del equipo. Con su singular libro de estilo bajo el brazo, mostró que amor con amor se paga, y aunque la pasión por los colores sea perfectamente lícita, la grada es la que con el tiempo siempre acaba dictando sentencia. Más si un nuevo Astray se viste de naranja, la realidad acaba saliendo a la luz, pues como diría el niño de Elche, hoy en día, el acto más revolucionario es escuchar.
No hubo que esperar mucho, en apenas dos meses y precisamente en el feudo naranja por excelencia, engalanado más naranja que nunca para la ocasión. La grada escuchó, entre distorsiones y acoples, la incapacidad manifiesta de una gestión de feria. Exudando hasta la extenuación, los falleros pudieron ver en qué manos estamos, el nivel organizativo, y la capacidad de sorprender al respetable, racaneando hasta en camisetas.
Pero tranquilos, que todos tengamos claro que la culpa siempre será de otros. Por mucho que el aire acondicionado no se encienda a tiempo; que se cite más tarde que nunca a las protagonistas, con la aglomeración que esto conlleva; que se apague la luz con los vomitorios y el anillo colapsado; que el espectáculo sea una castaña de padre y muy señor mío, por mucha voluntad que le pusieran los falleros embarcados en la caótica organización; o que ahora busquen los iluminados a sueldo soluciones para justificarse de un ridículo propio espantoso. Esperpento que pudo evitarse si, como se hacía, el regidor, un profesional que cobra por, entre otros, esos quehaceres, hubiera tenido la lista en el instante adecuado, aunque solo fuera de comisiones, un encargo de discreción asegurada que hubieran impedido el bochornoso espectáculo que ahora buscan minimizar poniendo a 60 mujeres y 60 niñas frente a sus ‘verdugos’.
Como rezaría el twitter del Valencia CF tras la humillación del 5-0, “es lo que hay”, la Concejalía de Ferias y Fiestas ha vuelto, pero sin fiestas. Solo con una feria cutre y desnortada, donde para vergüenza del colectivo, el coordinador general y secretario general del ente fallero olvidó la educación que se le presupone, y ultrajando la solemnidad del momento, nombró a las candidatas a Falleras Mayores de Valencia como si vociferara en feria: “¡otra muñeca Chochona!”.
Cómo te eché a faltar, amigo Ramón.