Cerramos el ciclo. Agoreros, alarmistas, oportunistas o figurones varios quedaron a mi entender en entredicho. Las encuestas torticeras pasarán también a los currículums falleros de más de uno, que bien podrían ser consecuentes abandonando sus funciones por el daño causado.
Las Fallas 2020 ya son historia, y con ellas queda mucho que repasar y valorar. Es hora de avanzar, de ver lo bueno y lo malo, que de todo hay, aunque no creo que sean las redes sociales el mejor de los espacios para ello.
Tiempo de reflexionar sobre muchos temas. Pensar si queremos, ya que somos tan de falla, una fiesta condicionada por una ofrenda. Razonar si seguimos tragando con un concurso de fallas sin bases y de valoraciones ‘anónimas’ que desprestigian el motivo central de la fiesta. Elucubrar si aceptamos que la administración se ponga de perfil ante un posible fraude con dinero público, que se siga utilizando la fiesta como trinchera política o si, por ejemplo, seguimos aceptando el chantaje moral e hipócrita de algunos grupos. Con esto último me refiero, por llamarlo así, al cada vez mayor colectivo de ‘ofendiditos’.
Me preocupa y cansa el número creciente de estos ‘ofendiditos’ que siempre ven en la falla un motivo para esgrimir sus penas, frustraciones, reivindicaciones, y principalmente a mi entender, para evidenciar su desconocimiento sobre la fiesta fallera, y sobre esto el tema religioso es sin duda alguna un icono recurrente que me preocupa sobremanera.
Recuerdo siendo joven cuando gracias al añorado Vicente Agulleiro vi en Na Jordana aquella cabeza tapada con un interrogante del líder de la revolución islámica, el ayatollah Jomeini. Hace diecisiete años, los falleros de Reina-Vicente Guillot sufrieron el azote de las hordas católicas por la escena de Jesucristo en un confesionario. En 2013, los falleros de Ceramista Ros fueron presionados hasta hacerles desmontar su remate porque para el presidente de la Asociación Hindú: “Quemar a Ganesha es como quemar un crucifijo o a la Mare de Déu”, evidenciando su desconocimiento al ser incontables las vírgenes o cruces que han sido pasto de las llamas a lo largo de la historia. La situación volvimos a vivirla hace apenas tres años con la petición de los vicentinos de retirar el ninot de Paseo de la Alameda-Avda. de Francia que representaba a un San Vicente Ferrer con el rostro del concejal Fuset.
Este año tocarían las letras del Corán en la media luna de la Falla del Duc, un homenaje en toda regla a la cultura musulmana en nuestra tierra, y donde de nuevo los falleros, los de esa fiesta tan ‘conservadora’ para algunos, volvieron a ceder ante el desconocimiento, intransigencia y falta de respeto de quienes les acusaban.
Porque este es, en realidad, el quid de la cuestión. No importa, como hemos podido ver en estos ejemplos, de qué religión hablemos; el problema se encuentra en la hipocresía de esos falsos devotos que ensalzan la figura del patrón olvidado, San José, aclamando su fuego purificador, mientras claro está, no les irriten la entrepierna. O en esos progresistas de postal que abogan por no ponerle puertas al humor, pero hablan de cosificación del cuerpo de la mujer por ver una teta en un ninot, mientras abanderan el movimiento NoBra. Humor sin barreras, pero un indio en una falla es un problema racial, y el flautista de Hamelin la reencarnación del Tercer Reich, nada de bulo, otro hipócrita de manual.
¡Aclárense! Y por el bien de todos, júntense y registren una Asociación de Ofendiditos donde, desde musulmanes a animalistas, nos iluminen como seres superiores que son con aquello que podemos y no podemos incluir en nuestras fallas, en nuestras fiestas. En una cultura nacida para la crítica, de patrimonio reconocido, y no en el siglo XV, que ponen en liza cada año con sus memeces.
Dejemos de ceder ante los chantajes de quienes no conocen y no quieren conocer ni respetar la fiesta fallera. Mi fuego nace de la crítica, de la libertad del pueblo a expresarse sobre aquello que le plazca, y que ustedes y su intolerancia quieren callar.
Mi fuego purifica, no ofende ni menosprecia a nadie.