Despedido el 2021 ‘el bou’ asoma oficialmente a la puerta de los talleres falleros. Nos encontramos, si el tiempo y la autoridad lo permite, a dos meses y medio de Fallas, y posiblemente, ante la temporada del último toro en algunos talleres.
Algunos me tildaran de agorero, aunque yo prefiera acogerme a las siempre doctas palabras del maestro Gala: “No soy pesimista. Soy un optimista bien informado”. Tíldenme si quieren de pedante, pero si de algo me puedo vanagloriar, en casi tres décadas de oficio, es de conocer mínimamente a los profesionales que trabajan para el colectivo fallero.
Echemos cuentas. En 2022 gastaremos en falla, incluyendo las municipales, 12.729.803,48 euros, un 58,21% más que en el ejercicio 2020, cerrado el pasado mes de septiembre con un gasto declarado en falla de poco más de ocho millones de euros.
Un aumento de 4.683.748,57 euros de diferencia, y que convierten al presente ejercicio en el de mayor gasto de la historia en falla, por encima del ejercicio 2009, que hasta la fecha encabezaba el ranking con 10.645.286,27 euros.
Si lo comparamos con ese 2009, serán unos dos millones más, aunque si utilizamos la cifra sin impuestos, hablamos de un aumento efectivo en trece años de 1.623.682,95 euros (en 2009 el IVA era del 7%) En porcentaje, tenemos un aumento real del 16,32% que no alcanza ni el incremento del IPC en estos trece años, cuyo aumento se sitúa en un 18%.
Siendo positivos y pensando que en 2023 alcanzásemos la cifra de gasto de 2022, la inversión tampoco compensaría los costes actuales con los de las fallas plantadas catorce años antes. Sólo por poner un ejemplo, estamos ante un aumento de más del 30% en las principales materias primas utilizadas en la construcción de una falla, y esto no será lo más grave.
Todos sabemos que los números de 2022 están ‘inflados’ gracias principalmente al trabajo del colectivo fallero, que son quienes han seguido pagando cuotas, en menor o mayor cuantía, a pesar de no tener la contraprestación de años anteriores. Sin duda alguna, su esfuerzo ha permitido mantener abiertas unas empresas que difícilmente hubieran sobrevivido sin ellos, pero todos sabemos que esto no se va a repetir. En tres meses, cuando en cada comisión se enfrenten a la realidad presupuestaria del nuevo ejercicio, tendremos que dar gracias si se mantiene el gasto declarado, no en la burbuja fallera de 2022; habrá que dar gracias si llegamos al de 2020.
¿Qué pasará entonces? Al colectivo fallero nadie puede exigirle un esfuerzo mayor al ya realizado. Se dejaron su dinero más las migajas recibidas de unas instituciones que siguen parapetándose en unos presupuestos y ayudas, indignas en correspondencia al impacto económico generado, además de lo rentable que les salió este impasse fallero.
Pensemos por un momento que sólo el IVA repercutido en falla asciende en 2022 a 1.157.254,87 euros, y que el 50% de esta cantidad recae en las administraciones valencianas, las mismas que nos han hecho pagar el IBI de unos casales cerrados.
Recordemos también que en apenas unos días estaremos antes sus declaraciones de renta, en ellas podremos deducirnos las cuotas a partidos políticos o sindicatos. Que los donativos en favor de los afectados por el volcán de La Palma tienen una deducción del 80% sobre los primeros 150 euros. Deduzcan también los donativos a Médicos sin Fronteras, Cáritas, UNICEF o Manos Unidas, entre otros. Si han contribuido con el patrimonio nacional o grandes eventos como el World Design Capital Valencia 2022, también podrán deducirse hasta un 80%, y mientras lo hacen, recuerden que las Fallas, generadoras de empleo y riqueza, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad para el brindis de arribistas, siguen ignoradas, ninguneadas por unas administraciones que para salvaguardar su futuro, las niegan en las leyes de mecenazgo. Esperemos que la reclamada por el colectivo ‘tasa turística’, invierta de una vez por todas en los falleros como generadores de riqueza, y no sigan pintando la puerta como The Rolling Stones.
Los números están ahí. Ante ellos, que cada uno saque sus conclusiones. A mí sólo me viene a la cabeza desearles los mejores augurios para este 2022, aunque sea bajo los acordes y la mítica letra de Mick Jagger y Keith Richards: Painted black / Black as night / Black as coal.