2022 Anno Domini. Vigésimo segundo año del siglo XXI y por tanto del tercer milenio. Año del tigre en el horóscopo chino, e internacional del vidrio para la Organización de las Naciones Unidas.
En la graciosa ciudad de Valencia, sus gentes, bueno, todas no, algunos de los denominados como falleros y falleras, debatirán sobre su futuro.
El mañana de una fiesta que, sufragada por el bolsillo de cada uno de sus cerca de 100.000 integrantes, más ciertas migajas institucionales, genera una actividad económica de más de 750 millones al año. Una cifra de cuyo IVA repercutido se embolsa un cuantioso porcentaje la administración pública.
Una manifestación cultural tutelada desde hace casi un siglo por la administración local, y al vaivén de la política municipal.
Prácticamente cien años de control, de sometimiento a un patriarcado municipal con la única justificación de la tradición, según unos, la dependencia económica según otros, la falacia legislativa o el conformismo mundano.
Desde fuera podría incluso parecer, que no hay fallero o fallera con suficientes conocimientos para organizar nada, o que, en el momento de darte de alta en cualquier comisión fallera, se te elimina automáticamente de tu ser cualquier atisbo de profesionalidad, poder de convocatoria o estudios universitarios.
Quizás desde el consistorio valenciano deben entender que la condición de fallero te incapacita para cualquier tipo de gestión, debiendo ser ellos, los políticos, y lógicamente por nuestro bien, quienes ostenten el ‘mando en plaza’ mientras que en su indulgencia repitan ‘las fallas serán lo que quieran los falleros’.
Recordemos por un instante lo que indica el artículo 4.1 del vigente Reglamento Interno de Junta Central Fallera:
Componentes de la Junta Central Fallera
La Junta Central Fallera estará formada por los miembros siguientes:
a) El alcalde del Excelentísimo Ayuntamiento de Valencia, como presidente nato del organismo.
b) El concejal del Excelentísimo Ayuntamiento de Valencia que designe el alcalde como presidente ejecutivo del organismo.
c) El Consejo Rector.
d) Vocales electos, designados por los sectores falleros.
e) Vocales de libre designación del presidente de la Junta Central Fallera.
f) El coordinador general.
¿Realmente es necesario este sometimiento? ¿No son suficiente mayorcitos los falleros y falleras para precisar tutelas?
No me vale ya lo de la ley. Ni valía entonces, cuando los falleros votaron la segregación, que lo hicieron, ni es necesaria una independencia, tan sólo una pequeña dosis de esa democracia de la que algunos se vanaglorian.
Dejémonos de monsergas, intereses que no son los nuestros y de un control paternal indefendible en pleno siglo XXI.
En plena cuarta revolución industrial es inconcebible que sigamos a su amparo. Que los falleros no puedan hablar de tú a tú con la administración sin intermediarios para exigir, por ejemplo, parte de lo que aportan a la ciudad, y con el único fin de poder generar mayores beneficios.
Estamos ante el peor momento económico de la historia de las Fallas y de las empresas relacionadas directamente con ellas. Nos enfrentamos a un reto impredecible, y ante esto no podemos seguir callados. Aguantando la humillación de una hostelería que niega la mayor cuando hablamos de una tasa turística, o de una administración que elude el derecho fiscal que como patrimonio cultural nos merecemos.
Es tiempo revisar unos reglamentos, y por ello el primer punto a solventar debiera ser nuestra mayoría de edad. Sin miedo, con responsabilidad y cabeza fría afrontar el futuro.
Yo sí creo en la capacidad de gestión de infinidad de falleros, sus estudios o méritos empresariales, les avalan. Sin mentiras ni intereses partidistas, asumamos nuestras responsabilidades de futuro.
¡Basta ya de tutelas!