Hace unos meses escribía mi última columna en esta publicación, con el mismo titular con el que empiezo una nueva temporada en la que siempre he considerado mi casa, porque así me lo han hecho sentir. Quien me conoce sabe que soy muy agradecido, y es de agradecer que, aunque por decisiones personales decidas coger otro rumbo, tengas la puerta abierta a poder expresarte tal y como siempre me ha dicho el director fundador de esta casa: “eres libre, escribe lo que te venga en gana”. Y aunque cueste decirlo y parezca mentira, hoy en día estas palabras tienen mucho valor, más del que nos imaginamos y más de lo que deseamos en una profesión que, por lógica, tendría que ser así, nuestra razón de existir.
No soy de pensamiento único; es más, en ocasiones ni lo soporto. Me encanta debatir, me encanta oír y también escuchar, me encanta compartir opiniones y en muchas ocasiones me encanta, que con argumentos razonables, me hagan cambiar de idea o como mínimo entender los argumentos y las razones para aceptar planteamientos, que ni de cerca, pensaba que podía entender.
Y nuestra fiesta, nuestras fallas son así. Una fiesta plural, una fiesta abierta, una fiesta que odia las imposiciones, que odia los pensamientos únicos, que rechaza cualquier argumento político y cualquier protagonismo. Es una fiesta libre, voluntaria y comprensible. Más comprensible de lo que creemos, de lo que pensamos y de lo que en ocasiones sentimos. Es una fiesta de sentimientos, pasional y en muchas ocasiones vulnerable. Una fiesta donde se da todo y recibes exclusivamente la satisfacción personal de contribuir en la que consideras la mejor fiesta, pero que cuesta y es difícil de llevar. Aún así, continuas y contribuyes a su pervivencia, con la única intención de que cada día la fiesta sea mejor.
Acaba 2017, un año difícil, muy difícil para nuestra fiesta. Un año polémico, 365 días donde el nombre de nuestra fiesta estaba en boca de mucha gente, y no por los aspectos positivos de la misma, más bien, por aspectos negativos y por razones, en ocasiones interesadas, que muchas veces desconocíamos o no le dábamos la importancia que tienen. Un año donde el entendimiento no ha sido fácil, donde se oía pero no se escuchaba, donde el hartazgo y el cansancio era patente y donde la necesidad de entendimiento, más que un deseo, era una necesidad, una necesidad imperiosa para poder disfrutar y para poder volver a sonreír.
El año 2018 ya está aquí, un año donde esperemos que la concordia, el saber escuchar, el separar los intereses propios y personales de todas las partes, consigan esa verdadera ‘germanor’ de la que tanto presumimos y con la que se nos llena la boca, seamos capaces de ponerla en práctica, nos lo merecemos, nuestra fiesta lo vale. Más que nunca, vayamos todos en el mismo barco y al mismo puerto, sin desvíos ni afluentes distintos, cojamos de ruta el mismo rio y desembarquemos todos juntos, al unísono y con la cabeza alta. Nos iría mejor, nos irá mejor.
A partir de ahora y en este nuevo año, nos encontraremos una vez más en esta ventana, en esta casa, siendo un placer inmenso para mí. ¡Feliz 2018!
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
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