Esto no es una pesadilla, lo estamos viviendo de verdad. Es quizá lo que pensamos todos una vez te despiertas y te levantas de la cama.
Lo que consideras un mal sueño se convierte en una realidad dura y con vistas de ser larga, mucho más larga de lo que desearíamos, pero que debemos de ser conscientes de que nos acompañará, sí, por desgracia nos acompañará más tiempo del deseado. Y esta pesadilla se traslada a nuestra fiesta, a nuestra querida fiesta con un futuro incierto, pero con la esperanza de que podremos salir de esta con unión y con esfuerzo colectivo.
El anuncio de la cancelación definitiva de las Fallas 2020 llegó. Era inevitable por mucho que nos pese. Llegó y lo hizo tarde, muy tarde, agarrándose a una esperanza que nada tenía que ver con la realidad que estábamos viviendo y que estamos sufriendo. Era incompresible esta espera que finalmente se materializó, entre otros aspectos, por la cancelación de todas las fiestas autonómicas, nacionales e internacionales. ¿Por qué estuvimos esperando? Sinceramente no lo sé, y creo que perdimos un tiempo valioso, muy valioso para tomar decisiones que intentaran paliar la situación de muchos sectores de nuestra fiesta que tienen un futuro poco prometedor, un futuro que nada difiere del resto de sectores económicos sea del ámbito que sea. Pero esto ya es pasado.
Hablemos de futuro e intentemos dar respuesta a las miles de preguntas que nos planteamos en un panorama nuevo y muy dificultoso para el ámbito festivo. Está en juego nuestra supervivencia y la forma de afrontar una situación totalmente desconocida para todos nosotros, donde más que nunca el ingenio, el buscar nuevas fórmulas y el rodearte de los mejores profesionales, son sin duda las claves para llevar la situación de la mejor forma posible.
Esto no es una pesadilla, lo estamos viviendo de verdad. Es quizá lo que pensamos todos una vez te despiertas y te levantas de la cama.
Preocupan muchos sectores de la fiesta, por no decir todos. Sectores autóctonos, sectores muy nuestros que sin nuestro apoyo van a tener muy difícil su supervivencia, pero la casa no la podemos construir por el tejado, tenemos que reforzar los cimientos, y esos cimientos pasan sin duda por quienes conforman las comisiones falleras, que no son otros que los falleros y falleras, el potencial humano de nuestra fiesta. Sin ellos ni ellas difícil va a ser sostener el tejado. Y es que esta crisis afecta a todos, a las familias que difícilmente vamos a ser capaces de sostener la economía familiar y con ella los gastos habituales. Debemos asegurar la sostenibilidad del censo fallero y su supervivencia, esa es la primera tarea por realizar. Sin ellas ni ellos difícil será el sustento de las comisiones falleras.
Hace días escribía en mis redes sociales la necesidad de establecer un plan y el primer paso nos lleva a solventar en la medida que podamos un previsible descenso en el número de falleros y falleras. Éste es el punto principal en el que deberíamos haber empezado a trabajar, y si se ha hecho un servidor lo desconoce. El poder continuar con la fiesta pasa sin duda por intentar solucionar este problema y ayudar a las comisiones falleras a mantener una fuente de ingresos primordial para su supervivencia y bienestar. Y de todos los frentes abiertos, éste, sin duda, requiere de un vital empeño y dedicación, para, como digo, establecer unos cimientos sólidos.