Amb el cor encés en flama.
Todo comenzó como una mascletà, con algún que otro trueno de aviso, a los que siguieron siseantes y escondidos silbidos. Poco a poco fue subiendo el rumor, fue corriendo como la pólvora de casal en casal, de opinador en ‘influencer’, de petardo en petardo. De pronto estallaron los primeros truenos introducidos por cuatro que se hicieron ‘masclets’ y desde aquí hasta el final todo fueron estampidas de un terremoto con acompañamiento aéreo circundante, de fuera adentro, para acabar en el vacío, en el silencio, en el humo, en la renuncia. Tot per l’aire! Les Falles 2020… KO!
Y llegaron las explicaciones y con ellas el rubor cubrió las mejillas de todos aquellos que sabíamos que detrás de la decisión final había mucho más y profundamente vergonzoso. Eran los ‘falleros’, y no la pandemia, los que habían decidido cancelar definitivamente las fallas y ‘guardárselas’ para el año siguiente. Molta por? O molt poca vergonya?
Un rubor que llegó a ser sofocante, cuando aquellos que permanentemente se arrogan el papel de ‘auténticos’ falleros, de ser la ‘reserva espiritual de las fallas’, de formar parte de ‘grupos’ de élite y presión, se habían rendido sin presentar batalla. Habían ganado ‘los malditos’, (según aquella memorable definición de un presidente histórico de las fallas de València). Porque siempre ganan los malditos… son más. I sempre porten totes les de guanyar!!!
Y de aquí al toque de arrebato para esconder la profunda ‘renuncia’ de los ‘falleros’ que en dos meses, solo dos meses, habían pasado de la máxima indignación por la suspensión-aplazamiento, a la mayor de las comprensiones por la cancelación. Un toque de arrebato generalizado traducido en arengas, llamamientos y proclamas acerca de la germanor, la unión, la ilusión, la fuerza y la imaginación para el futuro próximo. Buida xerrameca. Tabarra i parloteig sense trellat.
Y ahora llegan las incertidumbres, las preguntas. ¿Ahora? Siempre después. Nunca antes. A l’aguait quede de les respostes “Il·lustrades”.
Hagamos un poco de historia. Nuestros padres y abuelos vivieron una situación catastrófica similar a la que hemos vivido hace sesenta y tres años con perdidas importantes, incluso fallecidos, y en ningún momento pensaron en cancelar las Fallas. Todo lo contrario, trabajaron duro y de forma extraordinaria para salvarlas, y salir a la calle y plantar fallas, solo con seis meses de tiempo (hoy faltan diez). Fueron las Fallas de 1958. Nosotros, estas generaciones, por el contrario, hemos decidido ‘guardarnos’ las fallas por no renunciar a los fastos. A la primera perdó, a la segona bastó.
Que nadie piense que ’desprecio’ las consecuencias de la pandemia. Todo lo contrario. Poner el empeño, el esfuerzo y la inteligencia en salvar las fallas ante la ‘nueva realidad’ debe de ser el objetivo de cualquier ‘malalt de falles’, pero ¿rendirse por ‘comodidad’ 300 días antes? No és que no fem les coses perquè siguen difícils, més aviat les fem difícils perquè no gosem fer-les.
Y ahora llegan las incertidumbres, las preguntas. ¿Ahora? Siempre después. Nunca antes. A l’aguait quede de les respostes “Il·lustrades”.
Però això són figues d’un altre paner.