Durante años, hasta que nos dejó, fue la expresión usual del buen amigo Edison Valls Tobarra, cuando su falla “Els Doctors” en la “cremá”, alcanzaba el máximo esplendor y las llamas envolvían por completo las dimensiones del monumento extinguiendo sus volúmenes. Clara alusión a que aquello ya no existía y que sólo se pensaba en el siguiente ejercicio. El afable Edison se imaginaba ya plantando la falla del año ulterior.
Fue componente de Junta Central Fallera y durante años presidente del Colegio del Arte Mayor de la Seda. Con él se fue el secreto de las mil y una gestiones que hizo entre las instituciones y empresas privadas de todo orden para intentar lograr las subvenciones necesarias que le llevaran a restaurar tan emblemático edificio.
Han pasado los años y por fin una Fundación va a aportar el capital para que las obras se lleven a cabo. Encabeza la entidad doña Hortensia Herrero, esposa de don Juan Roig, que lleva ya acudiendo a sufragar diversas restauraciones del patrimonio valenciano. Por más recientes, la imagen de la Virgen de los Desamparados, la parroquia de San Nicolás y ahora el compromiso del maltrecho edificio de la calle del Hospital. Una familia muy ligada a la fiesta de las Fallas como bien saben los amigos de Convento Jerusalén.
El día que se inaugure la restauración nadie debería olvidarse del que fuera largos años valedor incondicional de la entidad.
Parece ser que...
La olla se ha puesto a hervir y los ciudadanos han decidido movilizarse en contra de la Academia Valenciana de la Lengua (AVL), incluso hemos venido leyendo páginas y artículos de firmas reconocidas en el periódico Las Provincias, recogiendo opiniones opuestas de “consellers de la Generalitat”, alcaldes, cartas de los lectores y breves de llamadas y correos, en el mismo sentido.
Resulta que la plantilla de asalariados del ente debería estar compuesta por 21 miembros y son 20, hay una vacante. Pero no hace falta porque son mayoría los amigos de Jordi, a saber: 11 son de la cuerda, entre catedráticos y licenciados en Filología Catalana, doctores y catedráticos de Catalán en universidades de Alicante y Valencia, miembros del Institut d’Estudis Cataláns, miembros de la Asociación de Escritores en Catalán y de la Historia de la Senyera al País Valencià y dos licenciados en Filología Catalana por la Autónoma de Barcelona. Son 2,9 millones de euros lo que nos cuestan cada año más algún péndulo añadido.
Y no hablemos de los partidos políticos minoritarios, esos que soslayan la palabra catalán y la cambian por “la nostra llengua”. Para ellos no existe el valenciano.
La Asamblea General de Presidentes debería levantar la voz y borrar del reglamento vigente la AVL. Con carácter transitorio hasta un próximo congreso, existe la Real Academia de Cultura Valenciana y sus normas, la otra fue un engendro político pactado por un “president”, murciano por cierto.