De repente sale uno a la calle un sábado a mediodía y se encuentra con una pírrica manifestación de 14 (ni uno más) con una pancarta de metro y medio, “Ciutat Vella Batega”, lo del “batega” no está en el diccionario valenciano, sí en el de catalán, que se traduce por “pelea”, y un grupo de bombos y tambores, véase “batucada”, uniformados con camisetas impresas moradas, voluntad de los convocantes, eso sí ruido a manta y repartiendo panfletos con los argumentos de la tropa.
Uno recoge el mensaje y se dispone a enterarse de tan trascendental algarada. Vamos con ello: (traduzco al castellano pues me grima el catalán): “reivindicar unos barrios donde poder vivir y trabajar de una manera diferente al modelo de ciudad que nos quieren vender e imponer”. ¡Toma ya! “no nos resignamos a que nuestro entorno se reduzca a ser un espacio para el ocio nocturno y el turismo”. ¿Pasa algo...? “Se llevará a la práctica la recuperación y mantenimiento de una agricultura respetuosa con el medio ambiente, mediante los huertos urbanos”. Ya no quiero seguir leyendo y me apresuro a redactar la solicitud a VE, para que me permitan plantar la falla, si es que no han planificado antes unos asados, hogueras, verbenas y paridas como de costumbre en la plaza del Pilar, referencia del relato.
No me imagino la falla plantada junto a un huerto de nabos por muy ecológicos que se anuncien. Ya ocurrió hace unos años que en solares anexos al casal, no pudimos hacer paellas en la semana fallera por los asaltos gratuitos de los vetustos huertos vecinales.
Una sarta de demagogia parda se sigue regalando en los panfletos, todos ellos dirigidos a reivindicar convivencia, contacto entre los vecinos, un barrio de todos y para todos, como proyectos ambiciosos, participativos y solidarios.
Uno se pregunta si todos esos componentes hace ya un par de siglos los vienen fomentando las comisiones falleras, para que estas catervas vengan ahora a ofrendarnos en catalán los consejos del barquero, provocando y avasallando lo que por otra parte ellos llaman “proyectos solidarios”.
Ni policía ni nadie custodiando esta marcha supuestamente vecinal. Preguntamos a cercanos de la barriada y no conocían a ningún devoto de los circulantes. ¿Permisos? Vaya usted a saber, cuando hay papeles hay escoltas en la comitiva, ¿no?
Tampoco me paro a pensar cuánto y de dónde llegan los sufragios para la charanga y complementos, y si los figurantes van por la cara o por el bocadillo de las catorce.
Da la sensación de que esta gente se ha creído ser los amos del distrito, campan a sus anchas, atascan las calles y creen convencer con sus peroratas a los viandantes. Pues no, me complazco en comprobar que las papeleras del entorno estaban llenas de panfletos como el mío. Decidido, éste no ensuciará mi papelera, así que pelotita y al inodoro.
Estos cuatro gatos por la tarde eran muchos más, según ellos 500, uno contó sobre 50 incluida la tamborrada.