Pasadas estas fallas escuché en una mesa, tertulia, debate, de delirio televisado sobre las últimas fiestas, unas sentencias de doctos y excelsos en la más absoluta cumbre de la sabiduría, “que estas Fallas había sobrado gente en la ciudad, que no hacía falta tantos ni más visitantes para que hicieran negocio los hosteleros y las fallas de la sección Especial”. Todo a tenor de algunas opiniones, precisamente de los que esperan estas fechas para cuadrar las cuentas deficitarias de todo el resto del año, abundando en la conveniencia de trasladarlas al fin de semana como todas las fiestas más importantes de la ciudad, porque se valoró un marcado descenso en los balances del comercio en general.
Sin más comentarios me remito a la maliciosa y repetida frase de lo del “negocio” de las fallas de Especial.
Estos ignorantes seguramente no se han enterado de que el “negocio” de las fallas de Especial consiste en hacer un enorme sacrificio para ofrecer a propios y extraños la verdadera esencia de la fiesta, “la falla”, que todo lo que se recauda se vuelve a invertir en falla. Que la mayoría de las doce comisiones de la máxima categoría no recaudan ni para pagar a los agentes de seguridad dependiendo del enclave y que con lo que se recoge se da de comer a un buen número de familias durante todo el año. Que son los mejores clientes del Gremio de Artistas al que están manteniendo durante décadas. Que el mayor porcentaje del valor de una falla se lo lleva la mano de obra y sólo la ignorancia, la dentera y la ignominia personalizada les lleva a atacar de oficio a colectivos que se juegan más del ochenta por ciento del presupuesto del año en sacar a la calle lo más importante de la fiesta, “las fallas”. Que se enteren también los “peinetas”.
Como verán quiero evitar comparaciones y que cada cual campe a sus anchas con sus dineros, pese a que algunas se descaren con carpas en las que dentro caben cinco fallas como las que plantan en la esquina, pero éstas son impolutas, no hacen “negocio” con los visitantes, aunque cobren las consumiciones al vecindario.
Posiblemente estos sopla... micrófonos nunca hayan pertenecido a ninguna comisión de Especial, tal vez ni hayan entrado en un taller de altas exigencias artísticas, no conocen el espíritu que anima a jugarse los euros por miles sin saber qué resultados acaecerán tras el paso de los jurados y no cuentan, por ignorancia, que de no obtener el primer premio el “negocio” se reduce a pagar porteros, taquilleros y seguridad.
El impuesto de estas comisiones con la sociedad se extiende al resto de fallas como ejemplo y virtud, no para crear diferencias y escalafones, porque a la hora de la verdad no se les distingue en nada de las demás, desfilan cuando les toca, cumplen con el orden de sus horarios y en todo caso cargan con recibir y agasajar a compromisos que -sin esperarlos- difícilmente suelen acudir por otros lares.
Que sepan que en todos los programas falleros televisados abunda la publicidad, así que pueden seguir estrechando el espacio de sus Reinos de Taifas, hasta que “por tradición” no le quede ni gota a la vaca.