Hay quien confunde las pollardas con ciertas hortalizas comestibles cultivadas en los pastizales de Villar de Tejas. Tal vez por la Albufera se puedan encañonar algunas.
Otros tampoco conocen lo que son los cabrerotes, incluso habiendo vendimiado en Francia. Por las denominaciones de origen Turis-Pedralba seguro que los hay que lo saben.
Pero el no va más de la cosecha es el que se presenta para jurados, aparece en las tertulias, valora al sumo las fallas innovadoras y sigue llamando “cadafal” a las tradicionales.
Que consulten en el diccionario los contenidos del vocablo y si no se quedan “apollardaos” es por que ya lo estaban.
En su versión, hasta las peñas “cadafaleres d’Algemesí” los desmontan y los almacenan hasta el año siguiente.
De no ser porque me aburren soberanamente no me perdería una tertulia por lo mucho que me hacen reflexionar sobre mi ignorancia.
¿Y las incisivas asambleas del hemiciclo? Me subyugan los apartados de ruegos y preguntas, admiro la pluralidad de sus discursos en pro de la más aguda defensa del colectivo, el del suyo propio claro, aquello se convierte en la ventanilla de reclamaciones de la antigua compañía de tranvías.
Otro menda, hago bis y recuerdo aquel presidente que soltó en una tertulia “nos quieren quitar el 19 de marzo” y los vetustos tertulianos añadieron “son los ricos de la especial los que quieren hacer negocio con los cambios”. Será que nos han visto circular con coches de alta gama. Digo “nos” porque servidor pertenece a esa alcurnia de toda la vida, voy para 60 años consecutivos censado en la misma comisión. Casi me dio un ataque de caspa cuando escuché los halagos, me sentó como una purga la paella de pollardas y tuve que tomar un coagulante de serrín de cuerno del doce sin receta.
En las fallas hay de todo, tan de todo que no faltan argumentos para escribir cientos de episodios, pero cuando te propones entrar en temas como ocios, vicios, desvíos, negocios o ropajes alto. Y eso que hay quien se llena la gola con lo de la libertad de rajar, criticar y hasta de adoptar.
Ojo con quién y cómo, pruebas lo dicho o escrito o te cae la roja. Y miren que aborrezco escribir para adivinos, para hacer leer entre líneas, opino que es como esconder intenciones con cierta dosis de cobardía. Procuro evitar encubiertos.
Si los cambios en las fallas tienen que ser regresar a vestir de telas las figuras, cabezas de trapo y crítica soez, pues sigamos avanzando, las colas de visitantes para admirar estos recuperados valores van a ser tumultuosas, sobre todo este año que el 19 cae sábado por tradición.
Es curioso ver plantar “al tombe” a bombo y platillos fallas de cuatro metros y medio que pesan 50/60 kilos. Las de Especial, con grúas de nada, con 14/15 escenas, son arcaicas, sin “inginyi ni gràcia”, carcas y rancias. Estos ataques circulan hace ya unos años y así seguimos avanzando.
Siempre son los mismos los que abanderan estas movidas, las altas esferas de la morralla intelectual y sus palmeros.