Si uno no recuerda mal en los últimos sesenta años de ejercicios festivos, nunca las fallas tuvieron tantos problemas, detractores y trabas como se vienen acumulando en los últimos tiempos, y es que a los falleros nos tienen tomada la medida y cuando no, nos las servimos nosotros mismos.
Dejemos aparte las lindezas que nos está jaleando el nuevo consistorio, en particular los amparados por la pifia que realizaron los ponentes del reglamento en vigor, dejando al descubierto en el artículo 1º apartado 5º, lo de la AVL, Academia Valenciana de la Lengua (no de la lengua valenciana). Ahora toca tragar, listos.
Por si eran pocas las dificultades con los vecinos, los mismos que nunca se quejaron en décadas anteriores, ahora despiertan fantasmas inesperados y la Confederación Empresarial Valenciana ataca con saña tradiciones, aperturas y pequeños atributos, merced a los cuales obtenemos las comisiones falleras algunas ayudas a nuestros empeños.
Todo se deriva de los detractores, que siempre los hubo y que ahora se acentúan más, apoyándose en no se sabe qué “conflictos y excesos que genera la fiesta”.
Diario El Mundo, lunes 28 de diciembre, página 23, firma F. Álvarez y no va de inocentada. “Fiestas que se prolongan por espacio de un mes, con calles cortadas, pérdidas de plazas de aparcamientos y atascos”.
Que uno sepa el centro de la ciudad sólo se corta cuatro días, los demás, incluso los días de mascletà, los autobuses entran en la plaza del Ayuntamiento hasta las 13 horas.
“El comercio y la restauración tradicional lamenta la competencia desleal de puestos sin autorización”. Vayamos por partes, pues anda que no ejerce sus funciones la Policía Local comprobando documentaciones a todas las horas del día. Y lo de la competencia desleal suena a broma, precisamente son el Gremio de Hostelería los que llenan plazas de hoteles y mesas de las terrazas, justo en el mes de los que ellos llaman excesos.
Pero hay más, hablan de “mercadillos sin control, puestos de comidas sin autorización municipal que no pagan impuestos ni están sujetos a ninguna normativa sanitaria, frente a los restaurantes tradicionales que aspiran a hacer el agosto en pleno mes de marzo”. Ésta es la cuestión, caña a los que tiramos del carro de la fiesta para que los de la CEV hagan su agosto en el mes de marzo. Y lo censuran ellos, puede comprobarse, como lo reproducimos aquí literalmente.
Y anuncian “Queremos dejar claro que no estamos contra las Fallas, al revés, lo único que queremos es frenar el desmadre en el que se están convirtiendo”.
En épocas normales no merecerían contestación semejantes despropósitos, pero no corren tiempos de dejarse tomar el pelo por los que menos deberían abrir la boca.
Lo escrito no pierde vigencia por lo que ya está publicado, y de las reuniones con los representantes falleros nos gustaría saber la contundencia de las respuestas.