Ponemos las manos en forma de "T", el dedo corazón de la izquierda sobre la palma de la derecha, paramos el tiempo y nos tomamos un respiro.
Tal vez para el colectivo fallero no sea tan fiero el león como lo pintan, aunque el recorte en los recursos se venga observando desde el principio de ejercicio y las premisas respecto de los acontecimientos futuros se tomen con cautela, pero llegadas las fechas culminantes del mes de marzo todo se andará y seguiremos disfrutando en la medida que nos permita lo disponible.
Entre tanto deberemos estar preparados para algo infinitamente más sutil y preocupante.
En este tiempo de pausa que nos ha deparado el verano hemos tenido ocasión de reflexionar y hacer preguntas, recoger información respecto a los comportamientos de las asociaciones de vecinos y tratar de ponernos al día sobre las más recientes actuaciones y las futuras intenciones de los implicados, contrarios a los movimientos festivos que generamos los falleros.
No es necesario entrar en detalles sobre quejas muy concretas y reiterativas ya que cada comisión de falla podría aportar una larga lista de casos, experiencias y abusos de "dignidad", en ocasiones falsas acusaciones o exageradas protestas por motivos insignificantes.
Es cierto que no podemos ampararnos en la historia como pretenden algunos grupos conservadores, nunca proliferaron tanto las carpas, la venta de petardos y las discomóviles cargadas de decibelios, no olvidemos que las fallas acaparan demarcación hasta en los extrarradios más dispersos de la ciudad y que no son cuatro días, son bastantes más.
A la vista de los acontecimientos lo importante será estar al corriente en el cumplimiento de cuanto nos obliguen las normas y tomar toda serie de precauciones respecto de las disposiciones anexas con las que nos asedian las vecindades.
Mal lo van a tener las patrullas de Policía Local, los ínclitos no se lo piensan dos veces y denuncian ante la más mínima incidencia.
Es inútil hablar de tolerancia con la fiesta, algunos se pasan la vida sin tolerarse a sí mismos, se saben al dedillo sus derechos y los ejecutan sin miramientos, algo que se acentuará con el tiempo y proximidad.
Otros quedaron marcados por el resultado que les dejaron las urnas
en la últimas municipales y rezuman revanchismo.
Por más que nos empeñemos los falleros en popularizar la fiesta, sacarla a la calle y hacerla participativa, al final nos la tendremos que montar dentro de los casales debidamente insonorizados, salvo que dispongamos de amplias estanterías para catalogar los permisos y holgadas tragaderas para salvar todos los inconvenientes que nos van saliendo al paso.
Ellos se saben amparados por la política de los partidos afines y seguirán estrechando el cerco, acentuando las denuncias telefónicas y los mensajes anónimos.
Es cuestión de que los falleros y falleras nos hagamos a la idea y nos esforcemos en poner algo más de nuestra parte, tratar de nivelar balanzas y acercar posturas, evitar motivos en los que puedan refugiar sus argumentos y atender con respeto a los agentes.
Sabido es que soluciones siempre existen si las queremos encontrar, se han venido practicando en múltiples ocasiones corrigiendo comportamientos y acentuando sacrificios económicos por acondicionar locales.
Y no se olviden, los fines de semana se molesta menos a los que madrugan y acallan voces a los de la pancarta.
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