Son muchas las ocasiones en las que me he pronunciado respecto a la crisis que nos afecta a nivel mundial y por ende al colectivo fallero. En mis escritos siempre he valorado el esfuerzo que las diferentes comisiones falleras vienen haciendo, lo que nos está dando unos resultados que son de envidiar por cualquier otro colectivo.
Pero hete que la sorpresa nos llegó en estos últimos días cuando los señores de la Federación de Especial vienen a decirnos que “hasta aquí llegó la riada”. En principio nos pareció una medida hasta comprensible, pero después, con la reflexión, el análisis y el contraste con diferentes sectores que componen la fiesta, la cosa fue cambiando.
Vamos a ver, nos dicen que tan sólo quieren gastarse 100.000 €, lo que significa que tras las correspondientes deducciones y el 25 % que aporta el Ayuntamiento, nos estamos quedando en que sólo se van a necesitar unos 70.000 € aproximadamente. Echando la vista atrás nos damos cuenta que, con los IPC correspondientes de estos ejercicios pasados, nos vamos de 15 a 20 años atrás, lo que significa,
a bote pronto, un retroceso tan significativo como inoportuno.
Las reacciones no se ha hecho esperar, y las de los artistas falleros más todavía, que auguran un importante aumento en los índices de paro del sector, amén de los significativos problemas a nivel empresarial que
pueden hacer que alguno se vaya al traste, pero como nos hicieron saber los “10 magníficos”, esto es un problema empresarial que ellos se tienen que resolver.
Vistas así las cosas, hasta parecen lógicas, pero si hacemos caso a los datos antes señalados sobre presupuestos, creemos que esto no es del todo coherente. Y todo ello a pesar del apoyo de nuestra alcaldesa y desde la concejalía, que ven una medida acertada para paliar los momentos difíciles. Uno se pregunta si estos comentarios se han hecho pensando en la reducción que supone a la hora de las subvenciones. No sé si políticamente puede ser muy correcto y si deberemos esperar a que el Sr. Zapatero se vaya para salir de la crisis fallera -como dijo Rita Barberá-, pero en lo que a lógica se refiere, personalmente considero que esas medidas son, cuando menos, precipitadas y no creo que sean la piedra
filosofal para resolver el problema que tenemos encima.
Hay quien ha llegado a pensar que esto podría ser un pulso a la Administración por las cantidades que faltan por abonar, y que en algunas comisiones son muy importantes. Aquí también podríamos empezar a entender el posicionamiento de nuestras autoridades.
Pero lo bien cierto es que si se persiste en esta decisión, vamos a tener que pensar que los artistas no se van a quedar callados y que la repercusión fuera puede llegar a ser importante. Porque una cosa es que se hubiera acordado llegar a unos topes aceptables, dejando cierta libertad de movimientos, y otra que se corte por lo sano. Viendo estas cifras, uno se pregunta qué va a ocurrir con las palabras dadas por algunos de estos presidentes a sus artistas de 2011, en las que se habían comprometido a cifras entre tres y cuatro veces superiores.
Pero eso no es todo. ¿Dónde queda la competitividad? ¿Se renuncia así al palito? Porque las cosas como se plantean están muy claras, unas medidas, una cantidad de ninots y “res més”. ¿O es que quieren que los artistas se sacrifiquen y pongan por su cuenta la diferencia? ¿O es que se va permitir “incentivar” a los artistas por otros medios? Realmente la cosa no se ve clara. Personalmente, para valorar la situación con más lógica, me gustaría conocer la bajada de ingresos de los esponsors principales, porque las subvenciones de los diferentes entes, que sepamos, no cambian. Para nadie es comprensible que algunas comisiones estuvieran generando unas entradas de 300.000, 400.000 y hasta 600.000 euros, y ahora se las hayan reducido hasta los 100.000 que se acordó. Algo no cuadra.
Claro que tienen derecho a gastarse lo que consideren, por eso nadie les obligó a los presupuestos de estos últimos años, pero deben tener en cuenta que estas decisiones salomónicas les pueden pasar factura. Porque no me digan ustedes que no se podían haber tomadas decisiones similares, más comprensibles, con presupuestos más abiertos y consensuado con otros sectores de la fiesta. Quien más quien menos hasta puede llegar a pensar que lo que se busca es monopolizar la fiesta, de ahí que las decisiones han de ser importantes, pero también las formas. Y esto es lo que fundamentalmente recriminamos.
Todavía queda mucho para 2011, tiempo para la reflexión y la concordia, porque de seguir así, la fiesta puede convertirse en algo muy diferente. Dios no lo quiera.
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