Siempre me han hecho mucha gracia los dichos del acervo popular. Como “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. Y las expresiones comodín, como una que me encanta, “al final vendrá el tío Julio con las rebajas”. Pues casi. Oiga, como el Zara -que no tiene nada que ver con el suscribe- y el Bershka. Y nos han pillado en bragas -de la marca que quieran, fetiches a un lado-, o dicho de una forma más fina, braguitas, a todos los falleretes de bien, pese a que deberíamos haber puesto nuestras vetustas barbas en agua hace tiempo. Me explico.
La lógica aplastante dictaba que, tarde o temprano, las medidas de ahorro que todas las instituciones están poniendo en marcha para tratar de paliar la gravísima crisis económica que nos golpea iban a llegar a las fiestas. El aviso a navegantes no había sido muy evidente, pero se veía venir de lejos. Y que el objeto del recorte presupuestario iba a ser la madre del cordero. La subvención del 25%. Por ello se ha preguntado por activa y por pasiva si el dinero que subvenciona las fallas y la iluminación se iba a reducir o no.
Y llegó el mazazo, impopular y desagradable pero tan inevitable como que el blanco es blanco y el negro… pues desgraciadamente es negro, como el futuro a no ser que pongamos remedio. Eso es así. Otra cosa son los tiempos, si es algo que se tendría que haber hecho antes, y las consideraciones que podamos realizar sobre cómo va a afectar el recorte a las Fallas de 2011.
Los contratos cerrados se van a volver a abrir, en el mejor de los casos, para alguna modificación nimia que, tal y como está el patio, no afectará al monumento en curso. En el peor de los casos, que haberlos los habrá, y muchos, el recorte va a ser doloroso. Mucho. Y desagradable.
Desde el concejal Crespo al maestro mayor del gremio de Valencia, todo el mundo ha abogado por el esfuerzo de todos para que esto no vaya a mayores y no se recorte del monumento ese bocado de subvención que las fallas van a dejar de percibir. Del 25% al 15%. Casi nada.
Ojalá la situación no fuera tan mala y se pudiera tener la frente alta para exigir que nos quedemos como estamos. Pero está claro que todos tenemos que poner de nuestra parte. Ahora, eso sí, a estas alturas del año, el estoque ha entrado al bies, muy doblado. Es un problema de primer orden, porque por más que los contratos no se presenten hasta septiembre, todo el mundo ha cerrado sus contrataciones hace ya tiempo, y las cosas estaban muy claritas, puestas sobre papel y con dineros cobrados en tiempo y forma. Vamos, que la medida del recorte en la subvención es una cornada en todo el hígado que se va a estar doliendo lo que no está en los escritos.
El problema, porque lo es, no nos engañemos, también viene dado por la propia inconsistencia de la subvención y su objetivo. Es decir, que muchos han utilizado ese 25% para potenciar su falla, y está claro que si pueden quitar de un lado y de otro para mantenerse lo harán. Pero aquí nos conocemos todos, y sabemos perfectamente que si hay que quitar presupuesto de algo, muchos otros lo van a hacer de la falla. Eso es así.
A estos últimos quiero recordarles que la fiesta de la que estamos tan orgullosos, ésa a la que tanto cantamos y que nos enloquece, la fiesta de nuestras ilusiones y desvelos se llama Fallas, y que sin fallas se acabó lo que se daba. Finito.
No estoy diciendo que vayan a dejar de plantar fallas, pero el recorte de dinero llevará a muchos a disminuir el presupuesto de falla, y eso a la larga se irá prolongando, y el interés será menor. Y al artista ya sólo le quedará economía para poner una escoba y cuatro porritos. Dirán ustedes que exagero, pero recuerden lo que decía Yoda: “el miedo lleva a la ira; la ira al odio, y el odio al lado oscuro”. Evitemos el lado oscuro de las Fallas.
Los problemas económicos y la crisis tienen que servir para hacer más fuerte nuestra convicción de que hacemos la fiesta más grande del mundo. Agarrémonos decididos a este hecho indiscutible y andemos, que todavía nos queda mucho camino por delante.
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
Época de rebajas
- M. Andrés Zarapico
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