De Pepita Samper a Sandra Muñoz, de 1929 al 2012. Ochenta nombres de mujer ocupan ya el Sancta Sanctorum, el lugar más sagrado del tabernáculo fallero. Primero siete, luego cuarenta, y hasta el día de hoy treinta y tres más completan la lista de elegidas. Guarismos de una historia desarrollada en ochenta y tres años de veneración y pleitesía a quienes, por designación directa o votación democrática, han inscrito su nombre con letras de oro en ese Arca de la Alianza fallera donde se guarda lo más sagrado y reverenciado de la fiesta, la Fallera Mayor.
En proceso lento y pausado, las elegidas fueron llegando al templo de las divinidades, elevándolas por encima de aquellos mortales falleros que ven en ellas ejemplo de gallardía, bizarría o donaire.
Sus vidas, como sus obras, serán recordadas año tras año en evocadas ofrendas. Sus nombres, recitados como antiguas listas de reyes godos, como la tabla del dos, como la alineación futbolera de un campeón liguero. La respuesta correcta a su recuerdo será el mayor sinónimo de “fallerío”. ¿En 1991? Carla Muñoz Antolí-Candela. ¿En 2001? Adriana Polo Escrich. ¿Y en 1981?, “uf, ésta es de nota… Amparo Marín Morales”. Nombres que ejemplifican una conversación entre falleros.
Quién no ha escuchado esta conversación en algún momento; quién no se ha sentido admirado en lo más profundo de su ser al contestar el nombre del citado año mientras de soslayo, mirando las caras del resto y henchido de ego, sonríe ufano debido a su “sabiduría” fallera.
No hay ciudadano del “cap i casal” que se precie que no conozca su rostro, que no lo haya visto en los informativos, en la primera página de los periódicos, en la portada de nuestra Actualidad Fallera expuesta en todos y cada uno de los kiosco de la ciudad.
Sus semblantes serán ejemplos de moda y actitud. Sus reinados marcan la tendencia del momento. Da igual su condición social, si pertenecen a una comisión de barrio, o son componentes de algunas de las grandes entidades falleras de la ciudad. Es la Fallera Mayor de Valencia, con mayúsculas, dando vida a un título que la señala como la elegida para pasar a la posteridad, para reinar por un año, y que desde ese instante mágico pasará a ser por siempre parte indisoluble de su nombre junto al año de reinado.
Un reino entero por una llamada. El mundo pendiente de una sencilla conexión telefónica que hace que todo se pare durante unos instantes, por ella y por los miles de valencianos que quieren conocer en directo el designio del jurado. Del anonimato, a formar parte de la historia. De una humilde comisión, a ser la máxima representante de un colectivo de 100.000 almas, o la mujer más fotografiada de la ciudad del Turia.
La mayoría no la conocen personalmente, ni tendrán la suerte de cruzar con ella dos palabras, pero esto no es impedimento para generar desde el primer instante una idolatría sin parangón.
Así es el misterio de este nuestro sexto clamor. Falleros, aquí tenéis a vuestras Falleras Mayores. Falleras Mayores, aquí tenéis a vuestros falleros.
Todo se ha cumplido.
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El sexto clamor, fallero
- Julio Fontán
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