El otro día limpié la nevera y me encontré con un yogur de los buenos, no de esos que te venden los bifidus y te dejan un sinsabor, porque precisamente te lo encasquetan sin sabor. Consideraciones marujiles a parte, a ese yogur le tenía yo un cariño y estaba esperando el momento oportuno para saborearlo, pero el tiempo pasó y la fecha de caducidad me obligó a mandarlo al cubo de lo caduco.
Hablemos ahora del Pleno y de la Asamblea de Presidentes. Parece que estemos esperando a comernos ese yogur, pero creo que ha caducado y es momento de replantearse la vigencia de los órganos de “poder” y decisión del mundo de la fiesta.
Cuando la directiva comunicó al conjunto del Pleno el pasado mes las novedades de la Ofrenda, con los horarios y cambios, todos callaron. Y una semana después, sus presidentes, aquellos a los que informan y que transmiten las quejas y sugerencias de los mismos -se supone- casi le pegan fuego al hemiciclo del Ayuntamiento en una Asamblea a la que ya por costumbre sólo se le menea el tupé cuando se habla de la Ofrenda o de problemas personales de uno u otro. “Aquí es donde tenemos que hablar de estas cosas”. Pues sí, pero de todo, no sólo cuando te cambian de hora para desfilar en la Ofrenda. Creo que con una llamada de atención por parte de los delegados de sector a la directiva diciendo, “con las fallas de mi sector no se ha hablado para comunicar este cambio”, se hubiera solucionado la papeleta, un problema y un error que es innegable, tanto es así que el concejal lo reconoció y pasó a resolver, por cierto, demostrando una gran capacidad de reacción que, por otra parte, le obliga sí o sí a volverla a demostrar en todas y cada una de las ocasiones que surjan.
Harina de otro costal es la capacidad de maniobra que se puede tener si entre Pleno y Asamblea sólo distan siete días.
Creo que es hora de hablar mirándonos a la cara. Ha llegado el momento de replantearse qué órganos de decisión y consulta queremos para la fiesta del siglo XXI. No concibo que un asunto que el presidente de JCF transmite al Pleno, y que es indignante para algunas fallas que están representadas por sus sectores, llegue virgen de polvo y paja a la Asamblea y que nos rasguemos las vestiduras cuando todo es mucho más sencillo que eso. Los cauces deben funcionar. Y los presidentes claro que deben hablar en la Asamblea, es su obligación y más que eso. Deben hacerse escuchar y trasladar las inquietudes, avanzar, proponer, quejarse, y reclamar lo que les pertenece, algo que no hacen jamás de los jamases a no ser que les toquen la Ofrenda o les hayan denegado un corte de calle.
Opino que ha llegado el momento de coger el toro por los cuernos. Lo caduco debe caer igual que las hojas lo hacen de los árboles en invierno, y lo necesario, lo nuevo, lo fresco, debe ser lo que impere. Los estamentos falleros siguen demostrando una y otra vez un absurdo anquilosamiento en el que encima nos regodeamos, y nos quejamos, y nos volvemos a rasgar las vestiduras. No ganamos para ropa, oiga.
Ya llevamos una década de siglo, y las cosas no tienen visos de cambiar. ¿Será el momento de invocar un Congreso? Así veremos qué yogures están caducados.
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
Fecha de caducidad
- M. Andrés Zarapico
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