Se me erizan los vellones cada vez que me cae delante una convocatoria de cualquier concurso sobre retórica.
Por abundar en ello me hago eco de lo publicado en la columna de mi compañero Julio Fontán, “El intolerante dogma de la progresía” el pasado mes de noviembre y debo añadir. ¿Es que no habrá manera de que aparezca algo nuevo que no esté manipulado?. Acaba uno por desconfiar hasta de su sombra, por no llamar a los hitos por su nombre y que dejen de engañarnos con estrofas rebuscadas.
Por respeto, lo primero que debe conocer el participante son los miembros de los jurados que lo van a valorar, sus ascendencias en la materia y tendencias político-migratorias, no sea cosa que le arrolle el expreso de la disparidad.
Si la convocatoria literaria es en lengua catalana, pues que lo digan claro y alto, ya está bien de “la nostra llengua” y todos los arreglos livianos para baldar los contenidos de lo que pretenden.
Lingüistas y filólogos a lo suyo y el soberano pueblo llano ya se encargará de poner las lenguas en su sitio sin presiones, dictados ni manejos instrumentados. Los doctos gestionarán, analizarán y pasarán a los papeles según sus conclusiones.
Las faltas de ortografía no se miden por tendencias ideológicas y en cuanto a las convocatorias, claridad, transparencia y honestidad por parte de los referentes.
A sabiendas de mi opinión -publicada y argumentada- sobre el concurso de llibrets que convoca anualmente Lo Rat Penat, me encontré con un señor del que desconozco su nombre y me preguntó si es que en lo personal un servidor tenía algo contra los poetas.
No es que no tengan nada que ver con la manipulación de un certamen en el que tras presentar los textos anónimos, a fecha fija antes del fallo de los ¿jurados?, tienen que estar los originales en poder de la entidad.
Naturalmente que no trago con la falsedad de los resultados y la complicidad de los ínclitos. El día que tenga que hablar de ellos pasaremos la oración por los cepillos, después de todo somos las comisiones falleras las que pagamos y a las que un “palet” -que también suelen garantizar aunque sin especificar escalafón, salvo el colmo de la desvergüenza- nos cuesta lo que el sueldo del mes de un mileurista.
Con más tiempo también hablaremos algún día de los atributos de poetas, autores, escritores, expertos, historiadores y periodistas ful, que aparecen a menudo por los picoteos al uso, que solicitan sus acreditaciones con exigencia y que arrastran en ocasiones un apéndice de acólitos, personajes que van desapareciendo a medida que les turba su frustración.
¿Cómo no quieren que se me abotarguen las gónadas si uno lo está viviendo a cada paso, si encima hay quien cuestiona a quienes llevamos cuatro décadas el macuto a rebosar, de jurados apócrifos de encofradores y costaleros, adoctrinados en las autoescuelas de la sabana?.
Para saludar amigos están los otros 364 días del año y para recolectas hágase con honestidad.
La papelera de reciclaje lo tolera todo, coles, nabos, zanahorias, enchufados, redentores y sopla... globos, a ver si el bruñido les revierte por otras vocaciones.
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