Durante los últimos días de mayo hemos podido ver como la Interagrupación de Fallas nombraba un nuevo presidente que será quien guíe el destino de esta entidad fallera durante los próximos meses, y por otra parte, también se ha hecho pública la formación de una nueva entidad denominada Unión de Agrupaciones del Cap i Casal. Si contamos con que en el colectivo existen 22 agrupaciones entre las del cap i casal y los pueblos limítrofes, y que de ellas se han dado de baja cinco, la Interagrupación se quedaría, de momento, con 17.
Entrando en el total de comisiones censadas, que vienen a ser unas 380 bajo la tutela directa de la Junta Central Fallera, integradas en estos colectivos antes mencionados, nos encontramos que las cinco agrupadas recientemente ya suman unas 120 comisiones, lo que significa que la Interagrupación se queda con 250, incluidas las provenientes de fuera del cap i casal, que suman unas 56 comisiones.
Dadas las circunstancias y si el nuevo presidente, Antonio Sánchez Uroz, no consigue evitarlo, no sólo la Federación Benicalap-Campanar, Agrupación Creu Coberta, Agrupación Mestalla-Benimaclet, Agrupación del Marítimo y Agrupación de Rascanya habrán salido, sino que varias de ellas, parece ser, que no tienen muy claro que ésta sea la entidad que necesita el colectivo para llevar sus riendas.
Después de sopesar estos números, nos encontramos con un verdadero cisma que sin lugar a dudas debilita el poder. En estos momentos nadie puede decir con exactitud, aunque se deduzca, hacia dónde sopla el viento. El colectivo necesita urgentemente ponerse de acuerdo y remar en la misma dirección a fin de que se puedan emprender metas importantes en muchas direcciones.
Cierto es que desde cualquiera de estas dos entidades se puede avanzar y buscar lo que necesita el colectivo. Una de estas necesidades es la celebración de un congreso que revise ese reglamento y cambie algunos artículos del mismo, pero ojo, no se trataría de convocar por convocar, sino, mediante el nombramiento de una comisión de personas adecuadas, estudiar detenidamente donde están los fallos y sus posibles y adecuados remedios, amén de otras incorporaciones adaptadas al día de hoy.
Por lo que podemos deducir, sobre todo por la nomenclatura, de lo que se trata es de separar perfectamente lo que se cuece en el Cap i Casal y lo que se hace fuera. En otras palabras, dejar en Valencia las comisiones ubicadas en la ciudad y separarlas de las que pertenecen a otros ayuntamientos, donde ya gozan de sus ventajas.
Carlos Pradillas, el nuevo presidente, tiene mucho trabajo por delante si pretende ir por esos lares, porque desvincular esas cinco agrupaciones no va a ser una tarea fácil sin el apoyo de más agrupaciones.
Nosotros ni entramos ni salimos, pero la fiesta necesita hermandad y llevar una misma dirección, porque existe mucha gente, dentro y fuera de la ciudad, que no conoce las
ventajas que suponen el que los falleros hagan la fiesta.
Alguien tiene que empezar a explicar lo que significa para la ciudad tantos beneficios, lo que significa atraer a tanta gente y movilizar a tantos sectores de nuestra economía. Hoy por hoy, tan sólo se ven las molestias que se ocasionan, y ninguna ventaja. Eso es necesario explicarlo ya y exigir a nuestras autoridades que den a conocer las cifras reales de los 19 días que duran las fiestas. Es lamentable que cuando hemos tratado de pedir datos y estadísticas a diferentes entidades, como podrán apreciar en el reportaje que incluimos, no encontremos una respuesta definitiva. Nadie se cree esas cifras resultantes del estudio económico realizado desde el colectivo, y esto es culpa de la propia JCF, que debería hacerse llegar a todas las partes del mundo, del Consistorio y del resto de entidades oficiales que no prestan la atención debida a la fiesta y a lo que se deriva de ella.
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¿Hacia dónde va el poder?
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