El pasado mes organizábamos en nuestra redacción un coloquio que pueden escuchar en la página web de esta casa, y que bajo el título de “El poder fallero, a debate”, buscaba establecer puntos de unión entre las dos plataformas que agrupan, nunca mejor dicho, a esos colectivos que unen fallas y que atienden al nombre de agrupaciones falleras.
La fiesta lleva unos años, pienso que más de dos lustros, mirando de reojo a las agrupaciones. Las mira con indiferencia, quizá con desdén y no sin cierto punto de desconfianza, hasta el punto que muchos son los que han expresado sus dudas sobre si estos colectivos sirven para algo.
¿Para qué sirve una agrupación? Pues mire usted, para lo que tiene que servir. Lo que pasa es que en el ambiente ambiguo de confianza y desconfianza que llevábamos probando desde hace tiempo se antojan inoperativas y faltas de empuje, de carisma y de poder. Y el poder en esta fiesta es lo mismo que en cualquier otro ámbito. El poder es poder, es decisión, es voluntad, es fuerza y es arrojo. El poder es aquello que hace que las maquinarias echen a andar, que haya una retroalimentación entre el que lo ostenta y el que lo apoya. El poder es lo que tiene que poner las bases para que el pueblo decida.
El poder en las fallas, en líneas generales, se entiende por cuantas más manos das en un acto; cuantas más personas saludes; cuantos más abrazos te des con estos y aquellos; cuantas más veces llames por su nombre de pila al concejal, porque para tí no es el concejal, que hay confianza y tomas café con él; el poder es que te pongan de jurado, que te den insignias, que te den premios, que te den lo que te tengan que dar y más. Qué pena más grande.
Hace tiempo que el poder en la fiesta dejó de ser trabajo abnegado, debates con los estamentos de los que dependemos, luchas por conseguir los objetivos a corto, medio o largo plazo, debates útiles sobre problemas reales. Hace tiempo que dejamos de pensar en la fiesta. Sólo pensamos en fregar panchas y que nos inviten a actos, eso sí, para rajar y a mesa y mantel puestos.
Ahora parece que el mundo de la fiesta nos ofrece una oportunidad de rehacer el camino. Antonio Sánchez y Carlos Pradillas son dos caras diferentes de una misma moneda. En sus palabras, en sus actos y en sus intenciones se adivina que el camino va a ser largo, no un paseo, pero que llevan buen calzado para encararlo, y eso me gusta. Me reconforta.
El presidente de la Interagrupación y el de la Unió de Cap i Casal llevan ideas y ganas. La partida ha comenzado con una jugada populista por parte de la Interagrupación a petición de Gran Vía, y se elegirán más candidatas a la Corte de Honor sean cuantas sean las candidatas presentadas. La fiesta tiene problemas más acuciantes, pero es un principio. Ahora vendrán las federaciones de vecinos, los horarios de los casales, la responsabilidad civil de los presidentes de falla y si hay o no Congreso Fallero. Y las agrupaciones irán recuperando el brillo de antaño.
No engaño a nadie. Soy agrupacionista convencido, y no me escondo. El presente es de color parduzco, pero el futuro lo miro lleno de esperanza. ¿Las agrupaciones qué son? Poder, pero como dijo Peter Parker, todo poder conlleva una gran responsabilidad. Esperemos que esa responsabilidad haya llegado por fin.
Blog Fallero de las Fallas de Valencia
¡Despertad, agrupaciones!
- M. Andrés Zarapico
- Opinión