El más que posible cambio de fecha del 19 de marzo da para mucho, y como en un clásico vodevil, el entretenimiento o las risas del respetable no pueden ocultar el verdadero drama que esconde el trasfondo de la representación.
Cumplidos ya con los primeros números de danzas y medidas de fuerza de los contrincantes, entra en escena el momento de las acrobacias. Las linguales principalmente. Ahora, y como en sabatina sesión televisiva llega “El Gran Debate” donde a mi entender por aquello de “debate” deberán existir opiniones contrapuestas. Pero lo que no entiendo realmente es ¿cuál es el fondo del debate? Si se trata de cambiar si o si la fecha de la cremà, como parece ser nos van a imponer con el beneplácito de los presentes o sin el, habrá que escuchar y callar, no hace falta más debate. Que suene “El Fallero” y corramos el telón con los acordes del Maestro Serrano. En caso de no ser así, habrá que escuchar las propuestas o contraprestaciones que se ofrecen, trasladarlas a las comisiones, que estas se manifiesten, y volver con el resultado a la asamblea. Entonces ¿dónde está el debate? Y peor aún ¿en qué lugar queda la Falla? eje central de la fiesta y baluarte del soñado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿De qué vale discutir sobre el cambio de fecha de la cremà si no sabemos que vamos a poder plantar o cuanto nos costará? ¿O es que acaso la Falla no importa cuando hablamos de tradicionalismo?
Los falleros, por mucho que se les nuble la vista con las hojas del calendario, son los primeros perjudicados por un aumento de IVA desmesurado. Ellos y no los artistas, pagaran más o lo mismo, por menos, mucho menos. Degradando la fiesta, postergando la Falla, olvidando la verdadera tradición. Pero claro, si somos tan simples que pensamos que la gasolina no sube si pedimos siempre la misma cantidad, de dinero claro, que nos pongan 20€ de Falla pero que se queme el 19 como manda la manida y relativa tradición.
Los falleros deberían ser los primeros que se revelen contra la situación, pues son ellos y su fiesta los primeros perjudicados, exigir respuestas, y aclarar primero el cuánto, para saber posteriormente el cuándo.
Dejemos de construir la casa por el tejado, y seamos verdaderamente defensores de nuestra genuina tradición. Primero que nada debatamos sobre qué medidas tomar para evitar o paliar esta tropelía del 21%, y luego elucubremos sobre lo que nos permitirán o no. Los falleros están solos en esto, o eso parece. Los artistas falleros, o mejor dicho, su máximo representante, prefiere manifestaciones políticamente correctas que ejercer una democrática pero contundente presión como hacen otros colectivos defendiendo su profesión, y así mismo reivindican gran parte de sus compañeros de oficio mientras se lamentan del inconformismo reinante en las redes sociales o en discusiones particulares. Y como ellos parece que asienten, que van hacer los falleros, encomendarse a San José como solución de todos los males...