Podré decirles a mis nietos cuando sea viejecito que yo estuve en la famosa Asamblea Extraordinaria del 19-M. Se lo contaré mientras quemamos cajas de zapatos el tercer lunes de marzo, pero esa es otra historia.
Lo de anoche, si les soy sincero, no sé qué es lo que fue. Una Asamblea normal no. Había demasiada gente como para que fuera la típica reunión mensual de los presidentes de falla de Valencia. 272, buen número. Acojona pensar que se debatía un tema importante y que a más de 110 presidentes la cosa se la traía floja. Pero bueno, cosas importantes se debaten algunas veces y casi no hay quórum, así que el que no se consuela es porque no quiere. Aquí les dejo unas reflexiones de lo que pudimos ver ayer.
Primera. Sólo uno de los presidentes que intervino habló del IVA, su alocución recibió cuatro aplausos y la contestación sobre el posible caso que nos hagan en Madrid por parte del presidente de JCF fue, a nivel personal, pesimista. Para servidor esa contestación es casi concluyente. Las fallas, al 21%, es decir, poco a poco al garete. Pero mientras enarbolemos la bandera de la tradición del 19 y que parezca que tenemos voz y voto en el cambio de la festividad. Yo sí que estoy triste y no Cristiano Ronaldo.
Segunda. Para haber tanto presidente, pocos hablaron. Fueron suficientes para testear como está la cosa, se los aseguro… pero llama la atención que sean tan pocos si fueron casi trescientos los llamados. Y esa es otra. ¿Llamados a qué? ¿A votar? Pues quien quiso votar se quedó más solo que la “urna”, permítanme el chiste malo. La convocatoria no decía nada de votar, y eso de que parezca que todos quieren votar, pero que luego les entre el apretón y tres cuartas partes del hemiciclo digan “casi mejor que el 25” suena regular pero es comprensible.
Tercera. El tema del Patrimonio de la Humanidad. Oído cocina, señor Lledó. Lo dijo claro. El cambio de fecha afectará al expediente para lograr que las Fallas sean declaradas Patrimonio de la Humanidad. Eso es lo que hay, toda la vida (por lo menos unos cien años) quemado el 19 de marzo, ahora lo cambiamos y ya no somos patrimonio de nada. Pues qué gracia.
Cuarta. La alta política que se les pide a los diputados en sus intervenciones en el Congreso sería de agradecer, en tono apolítico y puramente fallero, por supuesto, que también se les exigiera a los presidentes que hablan desde la bancada. No se puede divagar en un tema como el que se trató anoche, sobre todo arrimando el ascua involuntariamente a sardinas que no son las nuestras. Se debe exigir a los presidentes alto diálogo fallero y no demagogia, en los casos más afinados, que fueron los menos.
Quinta. De la hostelería, ni uno. Ahí también lo dejo claro Lledó. Que ni impuesto revolucionario, ni tasa fallera ni un euro “pa l´estoreta velleta”. Cambio de día y clinc caja. Aunque sean dos menús más. Y el fallero a verlas venir mientras pone la fiesta en la calle.
Sexta. La sección Especial pide que se cambie el día al tercer lunes. ¿Y qué? ¿Que no pueden expresar lo que vienen diciendo desde hace años? Y muchos de los demás dicen que no quieren el cambio. ¿Tampoco pueden? No seamos cenutrios, que el que nos quiere cambiar la fecha es la Generalitat. Reconozcamos los actores implicados en la farsa y no nos mareemos, que es lo quieren (alguien querrá, digo yo). Nota: farsa, según la RAE, es una pieza cómica.
Séptima. Cuando votemos el 25 de septiembre y salga que los falleros no quieren cambiar el día de la cremà, ¿qué pasará? ¿Se abrirá la bóveda celeste y todos nuestros sueños se harán realidad? ¿Tendremos el poder, como He-man? ¿O simplemente dirán desde la Generalitat “vale, no mola a los falleros cambiar el día, tomamos nota”, y luego nos lo cambiarán porque sí? Ay señor, llévame pronto.
Octava. Todas las fiestas tienen octava, y la Asamblea party de anoche no iba a ser menos. ¿Qué habrán dicho en los pasillos de la Generalitat esta mañana cuando se hayan enterado de todo lo que pasó anoche? ¿Se habrán tomado el café con una sonrisa o francamente preocupados porque su proyecto es imparable?
Posdata. Pese a todo, pese a todos, y pese a quien le pese, después de anoche me reafirmo en mi forma de entender la fiesta. Es la mía, la propia, la que me gusta a mí y no tiene porqué gustarle a nadie más, no impongo ningún criterio a nadie. Soy fallero, creo en la falla como centro único de la fiesta, y la fiesta la hacemos nosotros, la pagamos nosotros y la sacamos a la calle todos los años nosotros. Y el Consell nos la va a cambiar si le da la gana, digamos lo que digamos. Yo a lo mío: no al 21% de IVA para las fallas.